Fuente: df.cl por Colin Rogers
A The Beatles les tomó cinco años de arduo trabajo llegar a conseguir
grabar su primer disco y otro año más en
alcanzar la fama en su país.
Logrado lo anterior, el objetivo de Brian Epstein, su manager, era
conquistar Estados Unidos de golpe y la clave estaba en Nueva York. Ahí
estaban los principales actores de la industria de las comunicaciones
del país.
Una feliz coincidencia le abrió una puerta a Epstein.
El 31 de octubre de 1963 estuvieron simultáneamente en el aeropuerto de
Heathrow los Beatles -que regresaban de una exitosa gira a Suecia- y Ed
Sullivan, que tenía un vuelo de conexión en su camino de regreso a
Nueva York. Sullivan era el presentador de un show de variedades en la
televisión que se jactaba de ser también un descubridor de nuevos
talentos. Al percatarse que miles de mujeres adolescentes corrían y
gritaban por los pasillos, se enteró que el alboroto era causado por una
popular banda de música de Rock’n’Roll. Pidió conocerlos, logró
conversar unos minutos con Epstein y le dejó su tarjeta.
La preparación del viaje de la banda a EEUU
Dos semanas después de ese encuentro, Epstein viajó a Nueva York. Uno de
sus objetivos era conseguir una aparición en un show de televisión en
alguna de las tres cadenas nacionales. Ed Sullivan y su show en CBS los
domingos a las 20 horas era el blanco con mayor probabilidad de éxito.
Epstein sorprendió a Sullivan. Los honorarios solicitados eran
insignificantes. Aparte del pago de los pasajes en avión, lo importante
era la estadía en el Hotel Plaza.
También exigió que CBS promocionara reiteradamente en pantalla, en
horario prime, la próxima presentación de los Beatles en el Show de Ed
Sullivan, durante la semana previa.
El segundo objetivo era conseguir que Capitol
Records, filial de EMI, tomara la representación de The Beatles para
Estados Unidos. EMI, la compañía discográfica más grande del mundo,
tenía el poder para instruir a su filial americana para que firmara con
ellos, pero no lo hizo. El flujo del negocio de la música popular en esa
época iba en una sola dirección: desde EEUU hacia Gran Bretaña y los
directivos de EMI no se sintieron con la autoridad suficiente para
imponerse sobre su filial en materias de música popular.
Capitol
Records era la cuarta compañía en tamaño, detrás de RCA, Columbia
Records y Decca. Su portafolio consistía en una fuerte posición en
música clásica, de jazz y en los LP con la música de obras de teatro
musicales y de las películas de Hollywood. Además, tenían la
representación de artistas populares para un público algo mayor y, para
los más jóvenes, creían haber descubierto la fórmula del éxito futuro:
The Beach Boys, una banda de jóvenes californianos, que cantaban bien y
proyectaban las virtudes de la clase media conservadora del país.
Capitol Records simplemente no tenía interés en The Beatles, a pesar de
la evidencia de su éxito en Gran Bretaña. Así se lo hizo ver Brown
Meggs, representante de la firma para la costa noreste, a Brian Epstein.
Epstein regresó a Inglaterra con un objetivo cumplido y un gran
fracaso. Sin embargo, a los pocos días recibió una llamada de Sid
Bernstein, un productor de eventos musicales, para ofrecerle dos
conciertos para el 11 y 12 de febrero, feriado escolar por el cumpleaños
de Abraham Lincoln. Cuando Bernstein mencionó que pretendía conseguir
el Carnegie Hall, Epstein se entusiasmó porque era un teatro prestigioso
que calzaba con la legitimidad que él atribuía a la banda. Bernstein
tuvo que esforzarse luego para convencer a las autoridades del Carnegie
Hall que aceptaran a The Beatles. Hábilmente les recordó lo que había
ocurrido con Frank Sinatra y los escolares para esa misma fecha en 1944 y
logró cerrar el acuerdo.
El 1 de diciembre, tres semanas
después de su encuentro con Epstein, Brown Meggs se encontró con un
artículo en el Sunday New York Times Magazine titulado “Britons Succumb
to Beatlemania”, escrito por Federick Louis, sobre el fenómeno de los
Beatles en Gran Bretaña.
Días después, otro artículo de la
revista Variety sacaba las cuentas que en un mercado que era 1/3 del
tamaño de los Estados Unidos, durante 1963 los Beatles habían vendido
una cantidad de discos que superaba a todo el mercado norteamericano.
Meggs se había dado cuenta que podía perder un negocio muy lucrativo y
llamó a Alan Livingston, presidente de la compañía, para explicarle lo
sucedido y pedir su intervención.
Livingston llamó a Epstein por
teléfono y le dijo, muy a la inglesa, que, en un segundo análisis,
habían detectado ciertas cualidades en el disco I Want To Hold Your Hand
que no estaban presentes en las canciones anteriores y que estarían
dispuestos a negociar un contrato con la banda. A partir de esa llamada,
comienza un frenético despliegue logístico para producir el single y,
además, para alcanzar a producir suficientes copias del nuevo álbum a
tiempo para la visita de los Beatles. Una de las cosas sorpresivas fue
que encargaron la producción del single a las fábricas de sus
competidores y Capitol se concentró en la producción del LP. El single,
programado para ser lanzado a mediados de enero, se adelantó para el 26
de diciembre.
Ambos empresarios se necesitaban
pero, lo que Epstein no sabía, era que Sullivan quería tener a la banda a
cualquier costo para resarcirse del error que cometió con Elvis Presley
ocho años antes, cuando rechazó su solicitud de participar en su
programa por considerarlo vulgar. Más tarde tuvo que pagarle
US$
50.000, una suma importante para la época, y emitir una declaración que
lo reivindicara.
La Beatlemanía estalla en EEUU
El resto de la
historia de ese primer viaje es conocida. Lo que quizá no ha sido
explicado suficientemente es por qué la juventud norteamericana
respondió tan veloz y efusivamente hacia The Beatles, considerando que,
hasta el momento de su aparición en el Show de Ed Sullivan, eran
prácticamente desconocidos para los adolescentes, su principal mercado
objetivo.
Una de las explicaciones posibles es que la muerte
del presidente John F. Kennedy dos meses antes y la transmisión
continuada por televisión durante tres días de todo lo que rodeó este
asesinato, incluyendo su emotivo funeral, afectaron de manera muy
profunda a los jóvenes y niños norteamericanos. Una investigación
posterior denominada Children and the Death of a President, de la
psicóloga infantil Martha Wolfenstein, que entrevistó y revisó las
composiciones escritas por niños de colegio de muchas partes, reveló que
la intensidad de las respuestas era similar al perfil psicológico de
quienes han sufrido una profunda pérdida personal.
A esos
adolescentes les costó mucho recuperarse del impacto de la muerte del
presidente. En la primera aparición de The Beatles la noche del 9 de
febrero en el Show de Ed Sullivan, Paul McCartney se acercó al micrófono
y cantó Close your eyes and I’ll kiss you… actuando el rol del príncipe
de los cuentos infantiles y, con el anuncio de ese beso, rompió el
hechizo, los sacó de su pesadilla y les devolvió la alegría a 21
millones de adolescentes norteamericanos que vieron el programa de
Sullivan esa noche.
Nota: La principal fuente de este reportaje proviene del libro Can’t Buy Me Love de Jonathan Gould; Three Rivers Press, 2007.
*El autor es ingeniero comercial y egresado del Magíster de Historia
Universal de la UAI. Profesor de un curso sobre The Beatles en la
Universidad Adolfo Ibáñez, centrado la sociedad de esa época, su
trayectoria musical y su impacto durante los turbulentos años ’60.
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