John Lennon se refirió una vez a su esposa Yoko Ono como
«la artista desconocida más famosa del mundo», porque «todos
conocen su nombre, pero nadie sabe qué hace».
conocen su nombre, pero nadie sabe qué hace».
El 'beatle' de las gafas redondas
lleva más de treinta años muerto, pero su frase sigue resultando
perfectamente válida. La mayoría de la gente no tiene ni la más remota
idea sobre la carrera de la japonesa, que cumplirá los 80 el próximo
febrero: mejor no hablarles del movimiento Fluxus, ni de arte
conceptual, ni de 'performances', ni de colaboraciones con figuras como
John Cage y Ornette Coleman, ni mucho menos animarles a escuchar sus
discos, habitualmente tan difíciles... Lo único que tiene claro la
inmensa mayoría de la humanidad es que Yoko Ono, como una perversa bruja
de cuento, hechizó con sus malas artes a Lennon e hizo añicos la banda
del rock más importante de su época y seguramente de la historia. Ya lo
cantaban en los 90 los machacones Def Con Dos: «La culpa de todo la
tiene Yoko Ono».
Pero resulta que no, que en realidad Yoko Ono no tiene la
culpa de nada y, de hecho, hay que agradecerle algunas cosas
importantes. Lo afirma el hombre que durante muchos años ha sido visto
como su archienemigo, el mismísimo Paul McCartney: en realidad, ya lo
había dicho otras veces, y ese supuesto enfrentamiento cerril entre
ambos es más una cansina sucesión de tiras y aflojas, pero en esta
ocasión se ha mostrado particularmente tajante. «Desde luego que ella no
rompió el grupo, el grupo ya se estaba rompiendo», ha explicado en una
rara entrevista en profundidad con la cadena Al-Yasira, que se emitirá
el próximo martes. McCartney es conocido por sus conversaciones de diez o
quince minutos con los periodistas, que no permiten hacer grandes
indagaciones, pero se ha sentado a hablar durante una hora con David
Frost, un clásico de la televisión británica que ya le entrevistó allá
por 1964, en su primera aparición televisiva sin los demás 'beatles'.
«No fue tan malo»
McCartney, que ahora tiene 70 años, admite que le
resultaba incómoda la presencia de Yoko en las sesiones de grabación de
la banda, pero sus palabras van más allá de la absolución: a su juicio,
John Lennon no habría creado algunas de sus canciones más recordadas,
como 'Imagine', si su esposa no le hubiese abierto las puertas de la
vanguardia. «No creo que hubiese hecho eso sin Yoko, así que no me
parece que se la pueda culpar de nada. Cuando apareció Yoko, parte de su
atractivo era su lado vanguardista, su forma de ver las cosas, que le
mostró a él otra manera de ser -afirma-. Era el momento de que John se
marchase, iba a hacerlo de todas formas». A más de cuatro décadas de
distancia, incluso considera que la ruptura «no fue una cosa tan mala»,
ya que así los Beatles pudieron dejar «una obra impecable». Los restos
de resentimiento de McCartney no se dirigen contra la viuda de Lennon:
su destinatario principal es Allen Klein, el mánager que quiso ocupar el
hueco del fallecido Brian Epstein y agravó el distanciamiento entre los
músicos. «Ahí estaba yo, peleándome con los tres tíos que habían sido
mis amigos del alma de toda la vida. Lo que yo quería era pelearme con
Klein», afirma, mientras lanza un puñetazo de broma contra una foto
suya.
No es la primera vez que la relación entre Paul McCartney
y Yoko Ono parece normalizada. En 1995, por ejemplo, la viuda de Lennon
y su hijo Sean pasaron un plácido fin de semana en la granja de Paul y
Linda McCartney, y las dos familias grabaron juntas la canción
'Hiroshima Sky Is Always Blue'. «Con los hermanos y las hermanas siempre
hay fricciones -declaró entonces Yoko-, pero en nuestro caso se
magnifican, todo el mundo está mirando. Y resulta más divertido cuando
nos peleamos». No tardaron mucho en hacerlo, por una aparente tontería:
el cambio de orden en unos créditos, con Paul por delante en lugar del
tradicional 'Lennon-McCartney'. En 2005, Yoko Ono insinuó que las
canciones de McCartney son simples y él replicó que la artista japonesa
«no tiene muchas luces» y que «ha dicho cosas particularmente bobas».
Pero, cinco años más tarde, Yoko admitió en público que su matrimonio
habría acabado en 1973, cuando John se marchó a vivir con su asistente
May Pang, si no hubiese sido por la generosa mediación de Paul
McCartney. Así llevan décadas, acercándose y alejándose, como parientes
que no se llevan del todo bien pero tienen que gestionar juntos un
enorme y rentable legado. Son, como le gusta decir a la propia Yoko Ono,
«la familia Beatles».
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