Fuente: protestantedigital.com por Lucas Magnin
Todavía resuena, en algún lugar de la conciencia colectiva, una
idea primitiva acerca del pop y de la cultura de masas: que son
producciones secundarias, de una profundidad inferior, lejos en calidad y
durabilidad de la altísima cultura de la música clásica, los textos de
Goethe y Cervantes o las esculturas del Renacimiento. El
prejuicio de la alta cultura a veces se mete en el medio cuando llega la
hora de abrir los ojos y los oídos a esas voces que inauguran nuevos
cánones en el acto mismo de hablar.
Era un 9 de febrero de 1964 y un célebre conductor televisivo
presentaba a un cuarteto de muchachos ingleses; la eufórica audiencia se
encontraba ante uno de los hitos culturales más importantes del siglo
XX: los Beatles daban su primer concierto en Estados Unidos, en
el show de Ed Sullivan, y la cultura popular nunca volvería a ser la
misma.
Desde su primer single, “Love Me Do”, publicado en octubre de 1962, los
Beatles habían ganado rápidamente el nivel de acto central de la música
pop en Inglaterra. Pero no fue hasta su llegada a Estados Unidos –lo que
se conoce como la invasión británica– que los Beatles se convirtieron
en el fenómeno musical más importante de la era del rock. La masividad
que habían entrevisto Chuck Berry y Buddy Holly, esa que había sabido
conquistar Elvis, se rendía ante los muchachos venidos de una
insignificante ciudad portuaria de Gran Bretaña.
Si los Beatles nos hubieran dejado sólo ese puñado de canciones propias
y reversiones de clásicos de rock and roll que componen sus primeros
discos, quizás hoy los recordaríamos como se estudia a The Shadows, The
Yardbirds o The Animals: bandas que alcanzaron un éxito rápido pero no
trascendieron. Bandas que le dieron a la industria de la música lo que
la industria pedía: éxitos, canciones pegadizas, venta de discos.
Paradójicamente, los Beatles se convirtieron en la banda más importante
de la historia y la que más vendió en el proceso mismo de escapar de ese
mecanismo y alejarse de la escritura de éxitos para la radio.
Los primeros discos de la banda (Please Please Me, With The
Beatles, A Hard Day’s Night e incluso Beatles for Sale), publicados
entre 1963 y 1964, muestran a los Beatles como unos buenos muchachos que
recuperan la herencia del rock and roll norteamericano de los años
cincuenta y lo convierten en algo accesible a la nueva
generación, los hijos de la segunda posguerra. Es cierto que hay algunos
giros estilísticos interesantes ya desde esos primeros tiempos. “A Hard
Day’s Night”, por ejemplo, muestra una reelaboración llamativa de la
melodía y la armonía clásica del blues; “And I Love Her” introduce una
modulación armónica, entre estrofa y estribillo, inusual en la música
pop (un cliché recuperado de la música del romanticismo); “Till There
Was You” era una reversión de una balada de un musical clásico (ese tipo
de préstamos entre estilos no era algo tan común en la época).
No obstante, esos avances, desarrollados en los discos de 1963 y
1964, parecen minúsculos al compararlos con el exacerbado crecimiento
musical de la banda a partir de 1965. Los Beatles ya habían
dejado claro que eran la banda más importante del mundo. Estaban en los
diarios, la radio y la lista de éxitos constantemente. Ese
reconocimiento les permitió alejarse de su zona de comodidad para
empezar a abrir nuevos caminos al mezclar géneros e influencias y releer
la música que amaban sin la presión de tener que escribir siempre
canciones exitosas. Además, la exposición a la música y la
poesía de Bob Dylan les dio un impulso fundamental para dejar de
escribir canciones románticas para sus fans e intentar una poética
propia y original.
Dieron un paso enorme hacia adelante con el disco Help!,
la banda sonora de la película homónima, que contenía canciones como
“You've Got To Hide Your Love Away” (que muestra la enorme influencia de
Dylan) y “Yesterday” (la primera canción del cuarteto con la
participación de un único integrante, el compositor Paul McCartney, que
canta sobre un arreglo de cuerdas bastante clásico). Su siguiente disco, Rubber Soul, también de 1965, fue quizás el primer gran intento de obra orgánica,
que mezclaba influencias del Rythm and Blues (“Drive My Car”),
introducía instrumentación oriental por primera vez en el pop occidental
(“Norwegian Wood”), se adentraba en indagaciones existenciales y hasta
seudoreligiosas (“Nowhere Man”, “In My Life” o “The Word”). La
evolución continúa con Revolver, disco publicado en 1966 y para muchos
el mejor de su carrera, en el que la identidad musical de la banda y el
crecimiento constante se vuelven marca registrada. Revolver es
una punto de quiebre en el crecimiento de la banda y se convierte en una
brújula para los años siguientes. Entre las muchas particularidades de
este disco, sobresale la incorporación de un texto literario y
religioso, el Libro Tibetano de los Muertos, como la inspiración
fundamental de la canción “Tomorrow Never Knows”.
Esa referencia literaria nos lleva al punto crucial detrás de
estas páginas. Los Beatles, en su inmensa obra que marca para siempre la
música popular, logran la versatilidad artística en un diálogo
constante con otros textos. Un filósofo ruso, Mijaíl Bajtín,
concebía el lenguaje como un organismo que crece como puente entre
textos. Las palabras no nacen y mueren en soledad; siempre hay otras
palabras, dichas por otros sujetos, que sirven como trasfondo para el
nacimiento de todo discurso. El enfoque de Bajtín, muy sociológico,
suele denominarse dialogismo y, en elaboraciones posteriores, fue
asociado con el concepto de intertextualidad.
En esta serie de artículos voy a desarrollar la forma en la que los Beatles evolucionaron artísticamente a partir de esta cualidad del lenguaje.
Intentaré demostrar que una de las características de la obra madura de
los Beatles es la inclusión de una variedad de textos ajenos a través
de mecanismos que tienden a lo que Bajtín entendía como dialogismo y que
también, muchas veces, puede entenderse como intertextualidad. Me voy a
concentrar en 2 discos centrales de la carrera de los Beatles, ambos
publicados en 1967: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y
Magical Mystery Tour. En estos dos discos confluye y alcanza su madurez
toda la experimentación previa.
Los Beatles crearon una obra musical y literaria que desafía los prejuicios.
Pasan los años y seguimos volviendo a sus canciones con una especie de
fascinación primigenia que se pasa de padres a hijos sin esfuerzo.
Cuatro muchachitos nos siguen repitiendo, a más de 50 años de su
primera grabación, que no se trata de una lucha entre alta cultura y
cultura de masas. El arte tiene el poder de ignorar los muros.
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