Para situar con el mayor rigor contextual esta biografía
de Paul McCartney (Liverpool, 1942), presentada como la primera
expresamente autorizada por
el músico, cabe recordar que el periodista y
escritor Philip Norman (Londres, 1943) es el autor de Shout!,
la memorable crónica publicada en 1981 sobre la vida y obra de The
Beatles, en la que McCartney quedaba retratado como un talento siempre a
medias en comparación con el genio de John Lennon, verdadero motor
creativo de la banda (y del que McCartney, según Norman, había intentado
aprovecharse sin escatimar en malas artes). Fue Norman quien, en una
entrevista promocional a cuenta de aquel libro, afirmó que Lennon
representaba "las tres cuartas partes de The Beatles", sentencia que
mereció el agradecimiento expreso de Yoko Ono y una discreta queja de
McCartney que apenas obtuvo resonancia. Fue Norman quien, en 1972,
recibió una oferta para entrevistar a un Paul McCartney (a quien había
conocido en 1965, en un primer y mágico encuentro con los Fab Four)
que andaba entregado en la puesta en marcha de sus Wings y quien, al
igual que otros muchos periodistas, rechazó la oferta con este
argumento: "Lo único que puede interesar de McCartney es que confirme
cuándo se van a reunir The Beatles".Y fue Philip Norman quien, ante el éxito descomunal de Mull of Kyntire en 1977, dedicó a McCartney un poema satírico en el Sunday Times que concluía así: "Ojalá que al compás de una anodina tonada / en medio del camino pronto te veas enterrado". Tal y como admite en el prólogo de esta biografía, durante mucho tiempo compartió Philip Norman "la visión de que Paul McCartney se había convertido en un creador superficial satisfecho consigo mismo", contribuyendo de paso a hacer del autor de Venus and Mars uno de los músicos más severamente cuestionados de su época. Cuando, muchos años después, fue Norman quien se ofreció a entrevistar a McCartney para incluir sus testimonios en la biografía de John Lennon que publicó en 2008 (y que puso en circulación Anagrama en 2009 en castellano), la antigua diana de sus dardos rechazó la propuesta, pero no tanto por todo lo que Norman había escrito sobre él sino porque consideraba inoportuna su presencia en un libro dedicado a Lennon. Para sorpresa de McCartney, Norman le pidió permiso en 2013 para escribir una biografía sobre él en pro de un equilibrio tras el volumen sobre Lennon. Y para sorpresa de Norman, McCartney dio el sí.
El resultado de semejante envite es Paul McCartney. La biografía,
un texto monumental que acaba de publicar Malpaso con traducción de
Eduardo Hojman y que, con sus cerca de mil páginas, trasciende con mucho
los límites del reportaje musical para servir, con honestidad y rabia,
como una crónica portentosa del siglo XX (incluido, sí, el febril trecho
que llevamos corrido del XXI). En su aproximación al personaje,
pormenorizada y repleta de datos hasta el detalle en una narración de
hechuras barrocas, se perciben, ciertamente, algunos apuntes en pro de
una reparación, como en el reconocimiento de Paul
McCartney como el responsable de haber conducido a The Beatles al
encuentro de las músicas de vanguardia (a las que previamente había sido
conducido él de manos de la que fue su prometida, Jane Asher, así como
de su entorno), un papel tradicionalmente reservado a John Lennon (el retrato en clave fan
de un McCartney veinteañero emocionado al recibir una carta afectuosa
de Karlheinz Stockhausen, o enfrentado a la prensa que lo perseguía
entre el público de un selecto concierto de Luciano Berio en Londres, es
sencillamente maravilloso). Pero más reveladora aún resulta la toma de
postura de Norman al relatar las mil y una puñaladas que recibió
McCartney de sus compañeros, especialmente de Lennon, cuando el imperio
Apple se vino abajo tras una desastrosa gestión financiera en 1970:
McCartney luchó hasta el final por mantener vivo a The Beatles y por
preservar todo lo conseguido de las manos de Allen Klein, el manager en
quien confió Lennon y contra el que Mick Jagger había advertido
seriamente a McCartney después de que su relación con los Stones
terminara como el rosario de la aurora. Lennon y Klein consiguieron
suscitar en la opinión pública la impresión de que McCartney había sido
el responsable de la disolución del cuarteto, y sólo cuando un juez le
dio la razón tras haber denunciado a Lennon, George Harrison y Ringo
Starr ante el Tribunal Supremo (trance del que McCartney no salió
precisamente ileso y al que acudió como último recurso para frenar a
Klein) quedó patente que hacía ya mucho que The Beatles habían dejado de
ser un grupo.
Pero no escatima Norman munición al retratar a McCartney
como un aprovechado hábil a la hora de emplear su encanto personal para
someter a la gente que le rodea a sus caprichos, especialmente a las
mujeres; así como al relativizar sus aportaciones al Álbum blanco y Abbey Road. Episodios como la pérdida de su madre en la adolescencia, el comienzo de cero
con Wings, la granja en Escocia y la abnegación de Linda Eastman son de
una altura literaria electrizante. Lennon ya lo advirtió: la Morsa era
él. Y esta biografía le hace justicia.
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