A veces lo último que se necesita para
ser músico es tener alguna idea de música. Basta con estar ahí, apoyado
con desgana contra el marco de una puerta, con una mano en el bolsillo,
un cigarrillo en la otra y algo de
rebeldía adolescente en la mirada. He
visto a gente en pleno concierto haciendo mucho menos que eso.
No es habitual, pero en ocasiones ser músico no tiene nada que ver con tocar un instrumento. Sid Vicious
ha pasado a la historia como una de las figuras más destacadas del punk
y apenas era capaz de enlazar tres notas seguidas sin pulsar donde no
debía. Maureen Tucker manejaba toda una serie de
argumentos que explicaban por qué colocaba el bombo hacia arriba, no
usaba platillos y no utilizaba los pies, lo que le permitía no tener que
admitir que en su primera época con The Velvet Underground todavía no dominaba la batería. Algo muy similar a lo que le ocurría con el bajo a Stuart Sutcliffe, de cuya trágica muerte se cumplen hoy cincuenta y cinco años.
Stuart era músico porque lo tenía casi todo para el rock and roll.
Era atractivo, poseía cierto carisma, llevaba una vida bohemia, se
peinaba con tupé y vestía chupas de cuero y gafas de sol. A veces basta
con eso y un par de acordes para armar un temazo. El problema era que
aquel asunto de los acordes no era lo suyo, y un músico que no toca
ningún instrumento no está mal, pero le falta algo.


Por aquel entonces se encontraban viviendo en Hamburgo, contratados por el promotor Bruno Koschmider
para tocar en su club. Cuando éste se enteró de que aquellos ingleses
estaban actuando también para la competencia, denunció a Harrison por
ser menor de edad y haber mentido a las autoridades alemanas y consiguió
que arrestasen a Best y a McCartney por haber causado un incendio quemando un preservativo.
Todos ellos fueron deportados en Noviembre. Lennon regresó a Inglaterra
en diciembre y Sutcliffe, que había comenzado una relación con la
fotógrafa Astrid Kirchherr, lo hizo en enero.

El grupo continuó yendo y viniendo a Hamburgo durante todo el año 1961,
pero en julio Stucliffe decidió abandonar la banda para dedicarse a su verdadera pasión: la pintura.
The Beatles se quedaban, por tanto, sin bajista en plena gira, por lo
que Paul McCartney le pidió prestado su bajo Höfner a Stuart y dejó a un
lado la guitarra, transformándose el grupo en un cuarteto al que un año
más tarde se incorporaría Ringo Starr en sustitución de Pete Best.

Sutcliffe nunca llegó a tocar bien el bajo. Después de cada sesión, y por la falta de práctica, sus dedos se llenaban de ampollas.
Incluso llegó a tocar de espaldas al público, quizá avergonzado por su
falta de técnica. Fue uno de esos músicos extrañísimos a los que les
basta con ser músicos, aunque no tengan ni idea de tocar.
Claro que dominar su instrumento tampoco le hizo falta para ser
determinante en la historia de The Beatles. Me pregunto si haber sido
los primeros en llevar aquel moderno flequillo —aquel que provocó que el
mundo los considerase unos “melenudos”— tuvo algo que ver en su fama
inicial y qué habría pasado de no haber formado Stuart parte del grupo.
Me pregunto también cómo habría sido la historia de The Beatles si
Sutcliffe no los hubiese dejado tirados sin bajista en Hamburgo y
McCartney hubiese continuado siendo el guitarrista.

Tal
vez Sutcliffe no tuviese ni pajolera idea de música, pero intuyo que
las cosas habrían sido muy distintas de no haber estado él ahí. A veces basta con no tener ni idea de hacer algo para pasar a la historia por haberlo hecho.
Suele hablarse de Stuart como el auténtico quinto Beatle, pero a mí no
me salen los números. Le puso nombre a la banda, la dotó de su
característico look y, con su abandono, dejó el coliderazgo del grupo en
manos de Paul McCartney. Honestamente, no creo que Stuart Sutcliffe
fuese el quinto Beatle: en realidad, fue el primero. Y todo lo demás, como siempre, vino después.
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