Alguna vez escuchamos que públicamente
un locutor de radio de una famosa estación, dijo que los Beatles “jamás
se habían drogado y que sólo decían que sí para
mantener
cierta reputación ante sus contemporáneos”. A pesar de que al paso del
tiempo las evidencias abundan, hay mucha gente que sigue creyendo que
los Beatles eran unas blancas palomitas, pero eran tan gandallas y
drogados como los Rolling Stones o The Who. Les ofrecemos una
recapitulación, narrada por ellos mismos, de cuando exactamente hoy hace
50 años los Beatles conocieron a Bob Dylan en Nueva York, y fumaron
marihuana por primera vez con él, cambiando para ambos artistas
la manera de concebir la música que hacían y sus letras.
El encuentro fue arreglado por el periodista Al Aronowitz quien estaba cubriendo las actividades de Dylan y lo habían asignado a encontrarse con los Beatles en Nueva York, quienes estaban hospedados en el hotel Delmonico, a donde llegó Bob Dylan.
Bob sugirió que bebieran algún vino barato, así que los Beatles enviaron a su roadie Mal Evans a comprarlo. Mientras esperaban, Dylan sugirió que sería buena idea fumar marihuana, así que comenzó a armar un porro. El manager de los Beatles, Brian Epstein, le dijo que ninguno había fumado la yerba en su vida. Bob Dylan sorprendido preguntó sobre la letra de la canción “I Want To Hold Your Hand”.
John: Bob Dylan creía
que el coro de “I Want to Hold Your Hand” que dice “I Can’t Hide” (No
puedo esconder) en realidad decía “I Get High” (Me ‘elevo’). Vino y nos
dijo: “Bueno muchachos, traigo muy buena yerba”. ¿Cómo podía caerte mal
un tipo así? Creía que usábamos drogas. Fumamos y nos reímos toda la
noche. Bob se la pasó contestando el teléfono con la
frase “aquí está la Beatlemania al habla”. Era ridículo. No recuerdo muy
bien de qué hablamos, Sólo estábamos ahí siendo rocanroleros, fumando
marihuana, bebiendo vino y pasando un buen rato, algo surreal. Recuerdo
un momento en que Dylan traía demos de sus canciones y nos puso algo y me decía: “Hey John,
escucha la letra” y yo le dije: “¿La letra? ¿A quién le importa la
letra? Estamos fuera de nosotros mismos y tenemos que poner atención a
letras? ¡Escucha el ritmo! ¡Eso es todo!”.
Una vez armado el cigarrillo, Dylan se lo pasó a John, quien le dio unas cuantas fumadas.
John: Las drogas
estuvieron a nuestro alrededor por mucho tiempo. Todos los músicos de
jazz han estado metidos en ellas por años y años. Es sólo que se supo de
ellas hasta los 60. La gente fumaba marihuana en Liverpool desde que
éramos niños, aunque entonces no me daba cuenta de ello. Todos los niños
negros que conocía tenían padres que venían de Jamaica y había mucha
marihuana alrededor. El movimiento de los “beatniks” recién comenzaba y
un tipo nos enseñó la marihuana en Liverpool con todo y varas. La
fumamos pero no sabíamos lo que era, estábamos borrachos.
John le pasó el cigarrillo a Ringo Starr,
quien inocentemente se quedó con él hasta que se lo terminó, sin darle
unas fumadas y pasarlo como dicta la “etiqueta” entre los fumadores
cannabicos.
Ringo: Conocimos a Dylan en Nueva York. Esa fue la primera vez en la que realmente fumé marihuana y me reí y reí y reí, fue fabuloso.
Siendo que Ringo se lo terminó, Dylan y Aronowitz hicieron varios cigarrillos más para cada quien. Brian Epstein sólo podía decir que estaba tan “elevado” que había llegado hasta el techo.
Paul: Lo que Dylan hizo fue introducirnos a la mota. Quiero decir, escuchábamos sobre ella en bromas: como cuando el grupo de Ray Charles tocó
en el Hammersmith Odeon y el hombre de la limpieza dijo: “esa banda
debe ser muy unida, ¡hay dos de sus músicos compartiendo un cigarro en
el baño!”. Pensábamos que era gracioso, pero no éramos nosotros.
Entonces Bob vino a nuestro hotel y nos dijo “prueben esto”. Es muy indiscreto decir esto porque no se si Bob le ha dicho a todo el mundo que él inició a los Beatles en la marihuana. Pero fue muy divertido.
George: Habíamos
fumado marihuana por primera vez con un baterista que conocíamos de otra
banda de Liverpool. La probamos hasta que estuvimos en Hamburgo.
Recuerdo que la fumamos en el cuarto de la banda en un concierto en
Southport y ese día aprendimos a bailar el twist. Todo mundo dijo “esta
cosa no funciona”. Era como ese chiste en el que dos hippies están
flotando encima de una fiesta y dicen “esta cosa no funciona”.
Casi al final de la velada Paul McCartney comenzó a tener profundos pensamientos tal que en algún punto creyó haber encontrado la clave del universo.
Paul: Tuvimos una
fiesta loca la noche que nos juntamos. Yo me la pasé pensando que por
fin había encontrado el significado de la vida. Le dije a nuestro
roadie Mal Evans que consiguiera papel y pluma. “¡Ya lo tengo Mal! ¡Consíguelo!” Pero Mal también
estaba algo ido y no conseguía nada. Finalmente lo encontró y yo
escribí mi Mensaje del Universo y le dije “¡Guarda eso!”. Al siguiente
día Mal me dijo “Hey Paul, ¿quieres
ver el papel que me diste anoche?”. Había escrito: “Hay siete niveles”.
No resumía exactamente todo lo que había pensado pero nos divertimos
mucho.
El encuentro entre Dylan y los Beatles estaba destinado a suceder en algún momento, tal y como había sucedido posteriormente con Elvis.
Eran los más grandes y debían cruzar caminos necesariamente. La
experiencia no fue tanto como un intercambio de ideas entre dos grandes
artistas, sino una buena juerga entre colegas. Sin embargo, para ambos
artistas fue un evento revelador a la larga.
Los Beatles a partir de
entonces comenzaron a crear letras de mayor profundidad, más
personales, además de que ya se habían fastidiado de tocar para miles de
adolescentes gritonas que no los escuchaban y tampoco dejaban que ellos
lo hicieran. Tal como la experiencia de fumar marihuana, la solución
era “interiorizarse”, cosa que comenzarían a hacer con el álbum Rubber Soul hasta llegar a extremos como el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Por su parte, Dylan aprendió de los Beatles
la construcción de melodías memorables, de canciones que la gente
pudiera gozar y no sólo se dedicaran a analizar sus letras profundas de
contenido social. El tocar para los mismos existencialistas folk de
suéter de cuello de tortuga con su guitarra acústica en un punto ya no
era suficiente, quería ir más allá, salir a donde estaba el gran
público, de ahí devendría su “electrificación” que tantas críticas le
ganó. Los cambios se harían patentes en su álbum de 1965, Bringing It All Back Home.
Para ponerlo en palabras del propio Aronowitz: “la conjunción de estas estrellas no cambió la música popular, cambió los tiempos en los que viviríamos”.
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