domingo, 15 de diciembre de 2013

Paul McCartney en la tapa de RS: la leyenda que no puede quedarse quieta.

Fuente: rollingstone.com.ar

Si te da curiosidad saber cómo es la beatlemanía en el año 2013, si dudás, por ejemplo, de que incluso tenga alguna entidad, mirá lo que pasa cuando Paul McCartney da un
concierto gratuito en la calle en Los Angeles. Algunas horas antes de que esté por salir al escenario, fijate en la multitud sudorosa que se abarrota, unos contra otros, en el balcón del segundo piso en el Sun Taco de Sunset Boulevard. Mirá más arriba las cabezas que parecen puntitos en cada terraza y ventana alrededor; incluso más arriba, el helicóptero de un canal de televisión que agita sus aspas mientras sobrevuela bajito el boulevard; y, todavía más arriba, a los tres aviones chiquitos que vuelan en círculos: curiosos con licencia para volar, apilándose en el aire para ver mejor. Abajo, en la calle, fijate en las vallas de contención en la vereda, que están forradas con vinilo negro y delimitan el perímetro de dos cuadras donde un público de 10.000 personas gritará esta noche.

La performance de McCartney, afuera de El Capitan Theatre, será la premiére de la nueva temporada de Jimmy Kimmel Live! McCartney está aquí para promocionar New, su álbum número 24 después de los Beatles. Cuando el programa contactó al Gobierno de la ciudad para que cerraran Hollywood Boulevard para el estreno, dijeron que el músico que se presentaría iba a ser Justin Timberlake. El Gobierno rechazó el pedido. Cuando el programa llamó de nuevo, esta vez con el nombre de McCartney, ese no se convirtió en un sí. (Al final, Timberlake tocó la noche siguiente.) Pero todavía hay algunas normas que cumplir. El booker musical de Kimmel, Scott Igoe, está en la puerta esperando al encargado de emergencias, que tiene que firmar el control por el uso de pirotecnia en el recital. Igoe se acerca a Mark Spring, el productor histórico de McCartney, para recordarle la visita. "Está bien", dice Spring, "pero no sé si vamos a usar pirotecnia en el show de hoy a la noche. Está ahí por si Paul la pide".

Justo después de las 3 de la tarde, McCartney se baja de un auto en la entrada trasera del teatro, acompañado por un equipo de seguridad que lidera su guardaespaldas Mike, un cincuentón fuerte como un roble que podría pasar por uno de Los indestructibles. McCartney tiene puesta una camisa de vestir y un par de jeans achupinados y, para ser un hombre de 71 años, los lleva con más estilo de lo que uno podría suponer. Su cuerpo es largo y esbelto, resultado de décadas de vegetarianismo y un régimen de yoga y entrenamiento físico que sigue incluso cuando está de gira, en el que practica sus paradas de mano en los gimnasios de los hoteles mientras los tipos de seguridad merodean por ahí para mantener a los curiosos a raya. Su pelo, teñido de castaño profundo, descansa desenfadado en la base del cuello: su edad no cuadra ni con su apariencia ni con el placer vivaz y travieso que le da el hecho de ser Paul McCartney. Nota a algunos fans apostados al final de una calle trasera y les regala unos movimientos muy elaborados y sobreactuados de air-guitar.

Se escurre por los pasillos del programa, acumulando gente de su equipo a medida que pasa, y llega a una habitación donde lo esperan wraps de quinoa y sándwiches de tofu en una bolsa de Whole Foods que reza "Paul McCrew". En los recitales de McCartney, sus empleados pueden comer todas las hamburguesas con queso que deseen, siempre y cuando lo hagan fuera de su vista. Sube una escalera hasta la planta baja y responde a los aullidos que vienen del Sun Taco con un saludo. Empieza a caminar en esa dirección y los fans se multiplican. "El les dedica a todos un momento", dice Chris Holmes, el DJ de las giras de McCartney. "Cuando estamos de tour, se acerca al director de escenario, baila un poco con él, y ese tipo, el resto de su vida, puede decir que bailó un ratito con Paul McCartney. Así es Paul. No es algo que haga para las cámaras."
Arriba del escenario, la banda ataca "Matchbox", un blues potente que McCartney toca desde 1962. Hace un par de semanas estaba resfriado y le preocupaba su voz, pero tomó vitamina C y un remedio para la garganta que le enseñó a preparar hace años Little Richard.

"Agarrás una olla con agua hirviendo, le ponés aceite de Olbas [se inclina y hace la mímica de ponerse una toalla sobre la cabeza] y respirás. ¡Ahhhhh! Te vuela la cabeza", dice McCartney. "La primera vez que lo vi haciéndolo fue en Hamburgo. Terminó de inhalarlo, se miró al espejo y dijo: «Richard, sos hermoso»." Hoy, el barítono de McCartney suena algo ronco pero fuerte, y su aullido todavía es sorprendentemente agudo. Siempre teme que llegue el día en que quiera usar esta arma muy querida por él y que no le salga, "pero todavía no ha sucedido", dice McCartney. "Hace poco me encontré con Billy Joel y me dijo: «¿Todavía cantás en el mismo tono?». Le dije que sí. El me dijo que había bajado, por lo menos, medio tono."
Después de "Save Us", una canción nueva y fulminante de New, McCartney frunce el ceño. La sección rítmica está sonando mucho más monstruosa de lo normal. "El peligro de tocar tan fuerte y alocadamente es que te estás engañando y en la tele va a sonar muy mal", dice. Se da vuelta y llama al baterista. "Abe, hagamos algo tipo drum and bass para asegurarnos de que no estemos distorsionándolo demasiado." Se ponen a tocar hasta que McCartney asiente. Resulta que se olvidó de cómo suena en un escenario tan pequeño como este. "El amplificador está más cerca que de costumbre", dice.

Los integrantes de la banda de McCartney son profesionales de la industria con mucha experiencia y saben que es un líder sumamente detallista. "No hay posibilidad de cometer errores cuando trabajás con Paul, no la hay", dice Barrie Marshall, el promotor de las giras de McCartney desde 1989. "O mejor dicho, podés cometer un error, pero si te pasa, te tenés que hacer cargo. Levantá la mano, miralo a los ojos y decile: «Fui yo, la cagué». Y después no lo hagas nunca más."

Mientras McCartney se lanza con "Drive My Car", los fans que están del otro lado del perímetro no aguantan más: rompen los telones negros y empiezan a pasar los hombros por las rejas, empujando para que se caigan. Nueve tipos muy fornidos se apresuran a tratar de controlar la situación y refuerzan los cercos con bolsas de arena.
"¡Gracias a ustedes, público pequeño pero gritón!", vocifera McCartney, tomándoselo con calma. "¡Gracias, ciudadanos desconocidos!"

Así comienza la Rolling Stone Interview realizada por Jonah Weiner que define el número de diciembre; abajo, algunas frases destacadas del Beatle.

Top 5: Paul dice...

La composición. "Cuando empecé a componer lo hacía solo, porque no tenía a nadie más. Yo solo, sentado en la casita en la que vivía cuando era chico. Después conocí a John y él había estado haciendo lo mismo, así que nos pusimos a trabajar juntos y casi todo lo que vino después, en los Beatles, no tenía sentido componerlo en solitario."

Colaboradores eternos. "Si llego a un punto en que me digo: «No estoy seguro de esto», le pregunto a John en mi cabeza."

Regreso. "En realidad, volví a la música para sorprender a Linda. Quería probarme a mí mismo que todavía era útil."

La autocrítica. "Siempre me estoy criticando. No quiero ponerme petulante, no quiero pensar que soy buenísimo. Pero digamos la verdad: soy cool. Todo el mundo me lo dice. Tengo trayectoria."

Una idea. "Cuando supe que el título del disco iba a ser New, tuve una pequeña visión -como te pasa cuando te despertás a la mañana-: me vi a mí mismo en un bosque vestido con una camisa a cuadros, tipo leñadora, como si un vecino me estuviera sacando una foto. Sólo que al lado mío, abrazándome, había un robot, un tipo muy brillante. Así que ahora estoy trabajando con la idea de tener a este tipo enorme arriba del escenario".

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