Fuente: eldiadecordoba.es ----> Salvador Rodríguez Solís
TAL y como le sucedió a Michael Jordan y Magic Johnson, o les sucede a
Federer y Nadal, o a Messi y Cristiano, la historia y sus circunstancias
propiciaron que los más
grandes, los Beatles y los Rolling Stones,
coincidieran en el tiempo. Muchos han hecho de esta coincidencia
temporal y casi geográfica, unos de Liverpool y los otros londinenes,
una casi enemistad antagónica e irreconciliable, como si se tratase de
un Barça-Madrid musical, o de un combate de canciones.
O, ahora que
estamos inmersos en plenos Juegos Olímpicos, una trepidante carrera en
la pista de los cien metros lisos. Y hablando de Juegos Olímpicos, en la
inauguración, que me pareció una de las mejores ceremonias que he
presenciado, eché en falta a los Stones, mientras que los Beatles
estuvieron convenientemente representados. Retomemos el tema que nos
ocupa.
Más práctico, creo, yo los he disfrutado y disfruto por igual, en
sus inmensas dimensiones, en sus satánicas y poperas/rockeras realezas.
A los dos bandas se les adjudican centenares de leyendas y rumores, en
todas las direcciones y sentidos: coqueteos, cuando no apasionados
romances, con el mundo de las drogas, transfusiones de sangre, egos
irreconciliables, depredadoras parejas, celos y envidias, intereses
personalistas y un sinfín de circunstancias más, a modo de Gran Hermano
musical.
Puede que algunas de estas leyendas partan de una realidad
concreta, aunque no me cabe duda de que sus famas y el tiempo las han
amplificado considerablemente. No obstante, siempre ha habido como una
mitología o diferenciación entre los dos grupos, más allá de lo
estrictamente musical, en el sentido de que los Beatles han sido algo
parecido a los "chicos buenos" y los Stones los "chicos malos".
Me da la
impresión de que estas definiciones parten de lo físico y hasta de lo
estético, donde los Stones siempre han sido más "macarras" que los
Beatles, salvo excepciones temporales puntuales. McCartney no lo veo
haciendo de malo en una película, mientras que a Jagger no lo veo
ocupando el puesto de Cary Grant, por poner un ejemplo.
Más allá de las coincidencias geográficas y temporales, sí hay un
elemento común muy llamativo en ambas bandas: llegaron a ser lo que son
tratando de ser otra cosa. Me explico. Los Beatles soñaban con ser una
versión grupal de Elvis Presley, del que eran devotos, y basta ver
cualquier imagen del Lennon más joven.
Los Stones pretendían rescatar el
rhythm blues que parecía estar avocado al olvido, en una especie de
afán restaurador. En ese viaje de espeleología y reconstrucción se
encontraron y comenzaron a ser ellos mismos, únicos, diferentes e
irrepetibles. Inmensos en melodías, en composición, talentos en estado
puro, universales, hoy siguen siendo contemporáneos, actuales,
referencias indiscutibles en todas las bandas del momento. Esto, que es
así, y que alaba y recalca la grandeza, la majestuosidad, de los Beatles
y de los Stones, también esconde su parte negativa, dura, incluso
malvada.
Nadie, tras ellos, ha caminado por las cimas que estos
conquistaron. Haciendo un símil deportivo de esto, es como si los
récords de natación, atletismo o ciclismo permanecieran inamovibles
desde 1960. Nos costaría entender, y sobre todo asimilar, que no hemos
sido capaces de avanzar, y no me refiero al plano tecnológico. El récord
goleador de Hugo Sánchez ha estado vigente varios años, pero ya también
ha caído, y en dos ocasiones.
Soy de los que piensan que, tal y como le sucede a una película, nuestra
vida cuenta con su propia y particular banda sonora, y en la mía,
indiscutiblemente, tanto los Stones como los Beatles ocupan un lugar
destacadísimo.
Mis primeros recuerdos musicales, se los debo a mis
hermanos mayores, claro, canciones como Angie o Let it be
pululan por mi subconsciente, a modo de esas nanas que seguimos
tarareando al cabo de los años sin poder recordar su letra. Música,
libros, películas, que nos construyen como personas y que constituyen
eso tan vilipendiado, en estos tiempos canallescos, llamado cultura.
Y
no sólo han creado algunas de las mejores canciones de todos los
tiempos, es que tanto Beatles como Stones han sentado las bases de lo
que hoy conocemos como música popular. Lo hicieron rebuscando en la
herencia, creando su propia voz a partir de la tradición, casi a modo de
homenaje. Los Stones y los Beatles son la certificación de que tal vez
ya esté todo inventando y sólo se trate de contarlo y cantarlo de otro
modo. Algo con un aspecto tan simple, pero que sólo parece al alcance de
unos pocos elegidos.
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