Fuente: elpais.com Inigo López Palacios
El pistoletazo de salida fue el 18 de agosto. Ese día se cumplieron 50
años de la
primera aparición de Ringo Starr como batería oficial de The Beatles.
“Había tocado con ellos antes, pero no como miembro de pleno derecho”,
explica Dave Jones, uno de los cuatro copropietarios de The Cavern, el mítico club de Liverpool asociado para siempre al grupo.
El matiz —no fue exactamente la primera aparición— es importante, porque
los fans del cuarteto son quisquillosos hasta el extremo y no perdonan
deslices en los datos relacionados con su objeto de adoración. Pero en
el particular baremo de importancia beatlemaniaca ese detalle no resta importancia a la fecha, la amplifica: “Fue el comienzo de lo que el mundo conocería después como los Fab Four”,
resume este antiguo taxista sentado en una mesa de The Cavern Pub, un
local creado en los noventa como extensión del club original, situado
justo enfrente. Es el epicentro de Mathew Street, “el lugar de
nacimiento de los Beatles”, según reza una pancarta colocada en lo que
ahora es un remedo de parque temático a mayor gloria de Paul, John,
George y Ringo, lleno de pubs, tiendas de recuerdos y bustos de dudoso
acabado. Y estos días es el corazón de la International Beatle Week (I.B.W.).
“Una celebración anual de la música y la herencia de un grupo que ya es
un fenómeno global”, explica Jones, que es uno de los directores del
evento. “Esta edición va a ser de locos”.
La I.B.W. se celebra cada agosto desde hace más de 30 años y es el cénit
anual de la estructura que se ha establecido en la ciudad para recordar
(y rentabilizar) al grupo, que ya de por sí es llamativa. Del
aeropuerto John Lennon Imagine al apartamento flotante pintado como el
submarino amarillo (y disponible para alquiler) atracado en el remozado
muelle de una ciudad cuyo puerto corre el riesgo de perder el estatus de
Patrimonio de la Humanidad si continúa con su plan urbanístico actual,
Los Beatles están en cada rincón. Hoy son el gran tesoro local. “Abrimos
todos los días menos el de Navidad. Dedicamos 364 días del año a los
Beatles y uno al Señor. Y creo que el buen dios está satisfecho con el
reparto”, bromea el dueño de The Cavern.
Pero se conmemora medio siglo de los Beatles. Y eso ha disparado los
eventos. Se estima que este fin de semana visitarán la ciudad entre 350 y
400.000 turistas. La I.B.W. coincide con The International Beatle
convention, en el Hotel Adelphi. A lo que hay que añadir el Port
Sunlight Summer festival, una feria veraniega que se celebra en el
pueblo donde Ringo tocó como miembro de The Beatles por primera vez. Así
que han cambiado la fecha y añadido a los cien puestos de artesanos y
el show de moda vintage un escenario consagrado a The Beatles.
Lo principal es el Mathew Street festival, el certamen musical gratuito
al aire libre más grande de Europa, que atrae a 200.000 personas, según
citan los medios locales. Aunque no sin polémica. “Ha crecido mucho en
los últimos 20 años y hay un gran descontento local, ya que no reconoce
la música contemporánea y llena múltiples escenarios con bandas de
homenaje de todos los sabores disponibles. Es todo un acontecimiento,
pero es insoportable. El alcohol es mucho más importante que la música”,
dice Daniel Hunt, productor y componente de Ladytron, banda local de
proyección internacional.
Jones, sin embargo prefiere centrarse en lo positivo. “Únicamente por
los Beatles vendrán unas 50.000 personas”, comenta cuando en The Cavern
ya ha empezado el primer concierto de la semana: The Cavern Club
Beatles, cuatro músicos locales entre los 26 y los 37, que son la banda
residente del lugar.
Hasta el lunes actuarán en total 60 grupos de los cinco continentes.
Esta primera noche, la más modesta, los hay venidos de Canadá, como The
Sutcliffes; de Argentina, The Merseybeats, un cuarteto que ganó su
derecho a participar en el festival al vencer en el concurso que
organiza la franquicia bonaerense de The Cavern. De Turquía proceden
Meat The Beatles, sexteto de Estambul, con un guitarrista excepcional
que, hay que reconocerlo, clava el solo de George Harrison en While my guitar gently weeps.
Los fans de todo corazón como Hans Roosenbrand, un holandés de 63 años
que lleva viniendo desde 1981, se mezclan con turistas que solo quieren
coleccionar otra foto pintoresca y que un minuto después de bajar los
cinco tramos de escaleras vuelven a subir agobiados por el calor que se
acumula en ese sótano. Aquí es más fácil encontrar un mayor de 60 que un
menor de 30 y si hay alguien que no ha cumplido los 20 lo más seguro es
que venga acompañado de sus padres.
Hay excepciones, como George y
Nick, un par de chavales de Birminghan, que con 18 hacen noche en
Liverpool para rendir culto a los Beatles, de camino al concierto en
Dublín de su banda favorita: Kasabian; o esa chica de 19, con la cara de
George Harrison tatuada en el brazo izquierdo, y que pasa la noche
bailando cada una de las canciones, ajena a que es el centro de todas
las miradas masculinas. También hay quien aprovecha para hacer negocio,
como los socios de una empresa de memorabilia que vende reproducciones
facsímiles del contrato original de Brian Epstein con The Beatles.
10.000 ejemplares a 50 libras (63 euros) cada uno.
Esta es solo la primera de las fechas señaladas. Desde su separación en
1970, cada una de las acciones que realizaron los Beatles durante su
existencia ha sido desmenuzada y diseccionada hasta convertir todo en
una efeméride. “Durante los próximos nueve años, podríamos estar
celebrando el cincuenta aniversario de algo todos los días. Porque casi
todos los días mientras estuvieron activos hicieron algo que se ha
revelado histórico”, asegura Dave Jones. Y enumera: “El 18 de agosto, la
entrada de Ringo. El 19, la primera vez que tocaron en The Cavern con
Ringo. Hoy [miércoles 22] es el 50º aniversario de la primera vez que la
televisión grabó a The Beatles tocando en directo, que también es la
única vez que una cadena registró al grupo en The Cavern. Esta fue una
semana crucial para el grupo”.
Crucial como otras tantas. En octubre es el aniversario de la publicación del sencillo Love me do.
“Creo que preparan para ese día batir el récord Guinness de mayor
cantidad de gente junta cantando una canción de los Beatles. Ahora está
en seis mil y pico”, dice Philip Coppell, uno de los numerosos guías que
ofrecen a los turistas visitas a los lugares santos del culto.
El Magical Mistery Tour pasa por sus hogares de infancia, por Penny
Lane, por Strawberry Field y por cualquier sitio con una mínima relación
con el grupo. Para que se hagan una idea, estos tours pueden
incluir, por ejemplo, una parada exprés en la catedral de Liverpool ¿La
razón? “Paul McCartney intentó ser parte del coro infantil. Pero fue
rechazado porque no sabía leer partituras”, explica Copell, que además
de guía asegura ser el presidente de la asociación ciudadana que
consiguió detener el derribo de la casa en la que nació Ringo Starr, un
adosado vacío, dentro de una calle fantasma de un barrio obrero de
Liverpool. Esa ruina no ha sido adquirida aún por National Trust,
institución que protege el patrimonio británico, como los hogares
infantiles de Lennon y McCartney. Al pasar por el de Harrison, Coppell
ruega silencio. “En la casa vive una señora. Por cierto, a veces se hace
pasar por la tía de George”.
Esa es una de las ironías de este asunto. Exceptuando a McCartney,
que sigue manteniendo una estrecha relación con la ciudad —“Tiene
muchísima familia aquí. Si alguien le dice que es primo de Paul,
posiblemente sea cierto, hay alrededor de 100 en Liverpool”—, el resto
de The Beatles dejaron la ciudad a mediados de los sesenta para no
volver. “Ringo hace mucho que vive en Los Ángeles”, dice Copell del otro
supervivente del grupo. “Sus hijos son californianos, y él no tiene
apenas lazos familiares con la ciudad. Pero doy gracias a dios porque
los Beatles fueran de Liverpool”.
Comprensible gratitud.
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