Fuente: revistavanityfair.es
Todo comenzó hace unos siete u ocho años aproximadamente. Aurelia García
fue a cortarse el pelo en un local de en una aldea lucense llamada
Ferreira do Valadouro de la que en Liverpool nadie ha
oído hablar. La
mujer, de sesenta y pico años por aquel entonces, estaba en la
peluquería del pueblo cuando Ringo Starr apareció en
televisión. "Con ese trabajé yo", musitó, y la peluquera, tal vez sin
dejar de cortar y frunciendo el ceño, se limitó a responder: "¿Está
usted bien, Aurelia?".
Su desconfianza tenía sentido: Aurelia y su familia llevaban casi toda
la vida en el pueblo y allí, donde todo se sabe, nadie tenía noticia de
que una lugareña se había codeado con uno de eso cuatro tipos que se
habían autoproclamado más famosos que Jesucristo. Pero sí: en respuesta a
la pregunta de la peluquera, Aurelia estaba bien. Había trabajado con uno de los Beatles, pero en palabras de Aurelia no lo contó por dos cosas. En primer lugar, porque para ella había sido un jefe más
al que no le había dado demasiada importancia –ni siquiera era muy fan
de la música de los Beatles–; y en segundo lugar, haciendo gala de un
gran sentido común, porque pensó que nadie la creería jamás.
Pero unos días después apareció con pruebas: una imagen de ellas, con
algunas décadas menos, posando ante la limusina del Beatle. La peluquera
tenía una prima, Sabela, y esta prima tenía una amiga, Milena Martínez (Orense,
1987), que estudiaba por aquel entonces Comunicación Audiovisual y
buscaba un tema para hacer un corto documental. Sabela y Milena pensaron
que aquella historia era perfecta para contar una historia de emigración en búsqueda de una vida mejor,
pero con un giro espectacular. Milena apareció en casa de Aurelia junto
a algunos compañeros para grabarla hablando de sus aventuras siendo la
criada de una de las mayores estrellas de la música.
"El planteamiento inicial era más ambicioso", recuerda Milena, que figura como escritora y directora de 'Aurelia'. "Se
frustraron varias cosas, por ejemplo contactar con el propio Ringo".
Por frustrar, se acabó frustrando el propio corto: en 2006 Milena y el
resto de compañeros implicados en la grabación acabaron la carrera y los
brutos de aquel corto se quedaron olvidados en el disco duro de algún
ordenador. Años después, tras irse a vivir a Madrid, Milena comenzó a
trabajar en la productora '14 Pies', propiedad también
de gallegos, y recordó aquella historia, ideal para hacer un corto y
presentarlo a las ayudas y subvenciones (ah, ¿las recuerdan?) de la
Comunidad de Madrid.
Pero surgió un problema: cuando recuperaron las imágenes existentes de
aquel corto nunca montado se dieron cuenta de que su inexperiencia de
entonces sobresalía por los cuatro costados. "El material no tenía
calidad suficiente", recuerda Milena, "y además, en nuestro afán por
hacer un corto muy moderno, aparecíamos nosotros en plano. Mis
compañeros de la productora me decían: '¿Pero qué hace ahí ese tipo de
pelo largo?"
"Decidimos que si queríamos hacer el documental teníamos que volver a conseguir declaraciones de Aurelia.
Pero ella seguía viviendo en su aldea, y cuando llamaba al único número
de teléfono que guardaba de su casa, no me lo cogía nadie". Tras un mes
sin resultados, Milena decidió cogerse un autobús y partir hacia
Ferreira do Valadouro como quien va a buscar el Santo Grial. Y un sábado
por la tarde, cuando se plantó en su puerta sin ni siquiera saber si
Aurelia seguiría viviendo allí, ella misma le abrió la puerta.
"Al principio ni se acordaba de quién era yo. Luego le expliqué que
éramos aquellos chiquillos que habíamos ido a darle la brasa unos
cuantos años antes para que nos hablara de Ringo Starr". Aurelia,
que había tenido algunos achaques de los que ya estaba recuperada, no
entendió que tuviese que volver a contar lo mismo que había contado ya
años antes. Además, como la memoria ya le jugaba alguna que
otra mala pasada por cosa de la edad, temía confundirse y contar algo
que no había ocurrido exactamente así. La solución del equipo fue muy
sencilla: como ellos ya tenían todas las declaraciones que necesitaban
de Aurelia registradas en un material que no podían usar, ellos mismos
la corregirían si se equivocaba en algo.
De modo que 'Aurelia' es un corto en el que su protagonista cuenta una historia por segunda vez. "Pero
nos daba igual que diera unos detalles muy concretos o no. Lo que nos
gustaba era el cariño que aún mostraba al hablar de Ringo, la mella que
hizo él en una señora que ahora se dedicaba, sencillamente, a hacer su
vida en el pueblo".
Consiguieron incluso que, para darles puntos en la tarea de conseguir
la subvención, Aurelia escribiese una carta dirigida a Ringo en cuyo
encabezamiento, con la temblorosa letra de una señora que sobrepasaba
los setenta, rezaba así: "Dear Ringo".
La historia será conocida por todo aquel que haya topado con este corto
en los más de treinta festivales de todo el mundo en el que ha sido
mostrado, en nueve de los cuales consiguió algún galardón, desde
Benicassim a Houston. Pero para los que aún no la hayan visto, aquí
está: Aurelia, en los años 70, emigró a Escocia para trabajar de asistenta del hogar con una familia rica y recaló luego en Londres, donde una agencia de colocación la envió a una casa "de una gente muy rica", según sus propias palabras. La casa era de Ringo Starr. Pero hay mucho más en esta historia que no se vio en el corto.
Él ya era entonces una estrella musical. De hecho, la llegada de
Aurelia coincide con la última época de los Beatles. La relación ya no
es la misma entre los miembros, lo cual queda patente en el hecho de que
John Lennon ya vive con Yoko Ono en Nueva York y nunca pone un pie en
la casa (ella lo describe como "el que se fue para las Américas").
Aurelia, que no se perdía una, no entendía muy bien el inglés todavía
pero sí entendía que "no hablaban demasiado bien de una japonesa".
Aurelia también vive el fin de la relación de Ringo con su primera esposa, Maureen, y sus inicios con Barbara,
su segunda (y actual) esposa. Cuando Barbara, que trabajaba en la
productora de Ringo, apareció un día con unos zapatos para él, Aurelia
frunció el ceño y supo que algo ocurría entre los dos.
Un día Aurelia observó como Maureen, antes del divorcio, desechaba unas
telas para cambiarlas por otras. Ni corta ni perezosa le pidió que se
las regalase y con las telas de las paredes que los Starr pensaban tirar se cosió un vestido que aún colgaba hasta hace poco de su armario.
Durante un verano que Aurelia pasó de vacaciones en su Galicia natal,
otra española la sustituyó. No duró mucho: la echaron por pasarse el día
entero metida en el estudio, donde Ringo había dado orden expresa de
que solo se entrase durante el tiempo necesario para limpiar.
Pero tal vez lo mejor de toda esta historia es el destino que corrió el
regalo de despedida que Ringo le dio, antes de que se volviese a
Galicia con el suficiente dinero ahorrado para construirse una casa y
educar a su hija, que estaba a punto de nacer. Ringo le dio uno de los trajes que llevaba puestos en los conciertos de los Beatles
–a modo de pista, se pueden encontrar en Internet chaquetas de Ringo
cuyo precio de partida para subasta es de 30.000 euros–. "Para que lo
use tu marido", le dijo Ringo. Cuando el marido de Aurelia vio el traje
decidió que no se iba a poner aquello: ¿un traje de rayas con pantalones
acampanados? No es lo que uno se pondría para ir a misa en Ferreira do
Valadouro, desde luego.
Aurelia decidió guardar aquel traje durante años en su armario hasta
que un día su hija volvió a casa diciendo que quería ir a la comparsa de
carnaval del colegio vestida de pirata. Aurelia desempolvó el traje de Ringo Starr, lo recortó, lo pasó por la máquina y creó un apañado disfraz de pirata para la niña.
Cuando regresó, tras jugar al fútbol con sus compañeros y parar goles
en el barro, el traje estaba inservible. Aurelia lo tiró a la basura.
La hija de Aurelia no ganó la comparsa con su disfraz de pirata. "¿Pero cómo es posible?", preguntó ella. "¡Si llevas un traje de Ringo Starr!".
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