martes, 12 de junio de 2012

“Es muy difícil encontrar historias nuevas de Lennon”

Fuente: notife.com  JOHN SCHEINFELD 

El lanzamiento de Some time in New York City terminó de poner a Lennon bajo todos los radares de una administración que no quería fisuras en un estado de las cosas en el que Vietnam era prioridad. Scheinfeld se apoyó sólo
en testimonios de primera mano.

Hace hoy exactos cuarenta años, el 12 de junio de 1972, John Lennon y Yoko Ono, junto a la Plastic Ono Band y la Elephant’s Memory Band, lanzaban el disco Some Time in New York City. La tapa tenía un montaje de Mao Tse-Tung junto al entonces presidente Richard Nixon bailando desnudos alegremente.

El álbum contenía, entre otras, la canción “John Sinclair”, acerca de un condenado a diez años de prisión por entregar dos cigarrillos de marihuana a una policía encubierta. Rezaba la melodía: “Si él hubiese sido un soldado, a los tiros en Vietnam / O si hubiese sido la CIA, vendiendo faso sin perder el tiempo / Lo hubiesen dejado en paz, respirando el aire como vos y yo”. También estaban “Woman is the Nigger of the World”, que cuestionaba el sexismo, y “Attica State”, abordando la brutalidad policíaca en las prisiones.

En otros tracks se rendía tributo a Angela Davis –integrante de Las Panteras Negras– y se hacía referencia a los conflictos en Irlanda del Norte. No había forma de detener el horror evitable de Vietnam y Nixon volvía a candidatearse, con los números a favor, frente a un George McGovern que no podía frente al satisfecho stablishment norteamericano y su economía en ebullición.


En 2005 el disco fue remasterizado y, al año siguiente, se estrenó The U.S. vs. John Lennon (“Estados Unidos contra John Lennon”). El documental indagaba en el abuso de poder por parte de la CIA y del gobierno de que fueron víctimas los Lennon, concepto que venían investigando hacía tiempo sus directores, David Leaf y John Scheinfeld. No hacía un año que John y Yoko vivían en Nueva York cuando comenzó la persecución.

A pocos días de que tocasen en el “Freedom Rally for John Sinclair”, en diciembre de 1971, el activista detenido fue “mágicamente” dejado en libertad: el inmenso poder de este músico era más de lo que Nixon y los suyos –a pesar de la corrupción, aún encubierta, de aquella administración– estaban dispuestos a tolerar. Paralelamente, crecía la amistad entre Lennon y Bobby Seale (carismático líder de Las Panteras Negras) y se afianzaba su asociación con Jerry Rubin y Abbie Hoffman, militantes de izquierda con no pocos enemigos en las clases dominantes.

Y, aunque desde los años de las quemas de discos y libros el artista había cosechado gran cantidad de enemigos dentro de las filas conservadoras, fue en esa etapa en la que comenzó a ser perseguido por misteriosos coches, y sus conversaciones fueron sistemáticamente monitoreadas.

Como más tarde expresó Gore Vidal, “Lennon representaba la vida, precisamente lo que Nixon odiaba, porque él representaba la muerte”. Finalmente, Lennon recibió una carta de deportación. J. Edgar Hoover, conductor de la CIA, gustaba de dar discursos sobre ética y profesaba la imperiosa necesidad de la nación de contar “con hombres y mujeres con capacidad de indignación moral”. Mientras tanto, comandaba un plan de persecución a los Lennon, cuyo último objetivo sería el de expulsarlos definitivamente de los Estados Unidos: ese trabajo de zapa es el eje de esta película. En conversación con Página/12, el realizador John Scheinfeld brinda detalles sobre la realización de aquel film.

–¿Le llamó la atención que el asunto no hubiese sido abordado por los medios de comunicación?


–La posibilidad de hacer un film que contara una historia desconocida sobre Lennon, por empezar, era muy excitante. Siempre fui fanático de The Beatles y su música tuvo y tiene un gran impacto en mi vida. Es muy difícil encontrar historias nuevas sobre alguien tan famoso. Los documentos ocultos del FBI al respecto salieron a la luz en 1997, y desde entonces buscábamos hacer la película, pero ningún estudio de Hollywood quería producirla. Finalmente, pudimos llevarla a cabo en 2006.

–¿Cuál fue la estrategia en cuanto a la utilización de los testimonios?

–La única estrategia específica que utilizamos fue entrevistar exclusivamente personas que estuvieran directamente involucradas, que realmente conociesen o hubiesen trabajado con John y Yoko. O de individuos cuya actuación haya sido influyente en los sucesos que tuvieron lugar en ese período. De esa forma, se generó una credibilidad y legitimidad a la hora de hablar sobre lo que había sucedido y por qué.

–¿Cómo accedieron al material de archivo inédito?


–Particularmente, disfruto mucho la parte detectivesca de mi trabajo, buscando archivos históricos nunca antes revelados y evitando trabajar sobre material ya conocido. Yoko Ono nos brindó un extraordinario apoyo, no sólo en las entrevistas, sino también en el acceso total a su material de archivo audiovisual. En Austria localizamos un rollo de film nunca antes mostrado, con 12 minutos del “evento de la bolsa” de John y Yoko en Viena, en 1969. También buscábamos registros de la controversial frase “más famosos que Jesucristo” para darle más fuerza a ese suceso, pero nos decían que no había quedado nada. Sin aceptar el “no” como respuesta, seguimos buscando durante meses, hasta que encontramos 20 minutos de testimonio fílmico de las quemas de discos y libros de los Beatles en el sur. Otro ejemplo es del momento en que finalmente le entregan a John su tarjeta de residencia. Se suponía que no había quedado nada, pero las fotos mostraban cámaras tomando aquel evento. Nos convertimos en una molestia total y seguimos pujando y pujando por todos lados. Finalmente apareció, en un rincón de un canal de noticias, la grabación del episodio, tres semanas antes de que estrenáramos el film. Allí se ve el momento en que un periodista le pregunta a Lennon si guarda algún resentimiento hacia el gobierno de los Estados Unidos. El responde, brillantemente, con un ingenioso juego de palabras: “El tiempo hiere todas las curas”. Ese momento terminó dándole otro cierre al film, y la audiencia respondió favorablemente.

–¿Adhiere a la idea de que Lennon fue utilizado por los militantes más radicales de entonces?

–Una vez le pregunté a un amigo de John si alguien le decía qué le convenía hacer. Este amigo se echó a reír y me dijo: “Absolutamente nadie le decía a John qué hacer, ni Yoko ni nadie. Si él se involucraba en algo, era porque se quería involucrar”. Y, basándome en todo el material que investigué para la película, es claro que no se dejaba usar. Más bien asociaba su nombre a determinadas cuestiones simplemente porque creía en ellas.

–¿Fue deliberado no hacer referencia a los rumores sobre el involucramiento de la CIA en el asesinato de Lennon?

–No mencionamos esa teoría porque no creímos, ni creemos, que tenga una pizca de verdad. Habiendo revisado cada hoja de los archivos del FBI relacionados con la causa Lennon, no hay ninguna pieza de evidencia de que el mismo FBI, o la CIA, hayan estado interesados en Lennon una vez que Nixon fue reelecto presidente, en 1972. Adicionalmente, y como muestra el film, luego del nacimiento de su hijo Sean, en 1975, Lennon se retiró de la vida pública, dedicando todo su tiempo y energía a la familia. No estaba haciendo nada que pudiera llegar a causar preocupación en cualquier agencia de gobierno de los Estados Unidos. En síntesis, la teoría de la CIA no es más que otra teoría conspirativa, sin evidencia alguna que la sostenga.

–¿Cuáles fueron sus principales referentes en cuanto a libros y películas hechos anteriormente, como los trabajos de Andrew Solt o de Fred Seaman? ¿Considera el libro de Albert Goldman (Las Vidas de John Lennon, de 1988) un trabajo respetable?

–El único libro que consultamos fue el maravilloso Gimme Some Truth (“Dame algo de verdad”, título de una canción de Lennon), de Jon Weiner. El resto surgió directamente de las charlas con la gente involucrada. Y respecto al libro de Goldman, cuanto menos lo mencionemos, mejor.

–¿Suele resolver la línea de tiempo en sus documentales de forma lineal?

–Buena pregunta... En ese sentido, no tengo una forma específica de trabajar; en cada film depende de la historia contada. En el de Nilsson –¿Quién es Harry Nilsson (y por qué están todos hablando de él)?, de 2010–, por ejemplo, decidí que el relato lineal era el mejor, porque no mucha gente lo conocía y entonces era preciso contar de dónde venía, para entender por qué hizo lo que hizo. En el caso de The U.S. vs. John Lennon, como Lennon es tan conocido, no necesité recordarle a la gente cómo había sido su pasado, y pude así variar más la estructura. Dicho esto, antes de empezar a hacer documentales, yo escribía guiones dramáticos para series de televisión, con la estructura dramática tradicional de tres actos. Una de las cosas en las que me veo diferente a otros documentalistas es que aplico esta estructura en mis guiones, para presentar una historia importante contada de una forma más interesante, entretenida e intrigante.

–¿Qué anécdotas recuerda sobre la realización del film?

–Yo tengo el mejor trabajo del mundo, que, aunque requiere de gran paciencia y tenacidad, me permite viajar a los lugares más interesantes y hablar con la gente más interesante sobre los temas más interesantes. Tengo muchas anécdotas, entre ellas haber conocido y trabajado con Yoko Ono. Pero, por ejemplo, recuerdo la primera reacción de la audiencia cuando lo estrenamos en el Festival de Telluride, en Toronto. Luego de la impresionante ovación de pie, un hombre con lágrimas cayendo de sus ojos se acercó a mí, estrechó mi mano y me dijo: “Gracias por haber hecho esta película”.

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