Fuente: notife.com JOHN SCHEINFELD
El lanzamiento de Some time in New York City terminó de poner a Lennon
bajo todos los radares de una administración que no quería fisuras en un
estado de las cosas en el que Vietnam era prioridad. Scheinfeld se
apoyó sólo
en testimonios de primera mano.
Hace hoy exactos cuarenta años, el 12 de junio de 1972, John Lennon y
Yoko Ono, junto a la Plastic Ono Band y la Elephant’s Memory Band,
lanzaban el disco Some Time in New York City. La tapa tenía un montaje
de Mao Tse-Tung junto al entonces presidente Richard Nixon bailando
desnudos alegremente.
El álbum contenía, entre otras, la canción “John
Sinclair”, acerca de un condenado a diez años de prisión por entregar
dos cigarrillos de marihuana a una policía encubierta. Rezaba la
melodía: “Si él hubiese sido un soldado, a los tiros en Vietnam / O si
hubiese sido la CIA, vendiendo faso sin perder el tiempo / Lo hubiesen
dejado en paz, respirando el aire como vos y yo”. También estaban “Woman
is the Nigger of the World”, que cuestionaba el sexismo, y “Attica
State”, abordando la brutalidad policíaca en las prisiones.
En otros
tracks se rendía tributo a Angela Davis –integrante de Las Panteras
Negras– y se hacía referencia a los conflictos en Irlanda del Norte. No
había forma de detener el horror evitable de Vietnam y Nixon volvía a
candidatearse, con los números a favor, frente a un George McGovern que
no podía frente al satisfecho stablishment norteamericano y su economía
en ebullición.
En 2005 el disco fue remasterizado y, al año siguiente, se estrenó The
U.S. vs. John Lennon (“Estados Unidos contra John Lennon”). El
documental indagaba en el abuso de poder por parte de la CIA y del
gobierno de que fueron víctimas los Lennon, concepto que venían
investigando hacía tiempo sus directores, David Leaf y John Scheinfeld.
No hacía un año que John y Yoko vivían en Nueva York cuando comenzó la
persecución.
A pocos días de que tocasen en el “Freedom Rally for John
Sinclair”, en diciembre de 1971, el activista detenido fue “mágicamente”
dejado en libertad: el inmenso poder de este músico era más de lo que
Nixon y los suyos –a pesar de la corrupción, aún encubierta, de aquella
administración– estaban dispuestos a tolerar. Paralelamente, crecía la
amistad entre Lennon y Bobby Seale (carismático líder de Las Panteras
Negras) y se afianzaba su asociación con Jerry Rubin y Abbie Hoffman,
militantes de izquierda con no pocos enemigos en las clases dominantes.
Y, aunque desde los años de las quemas de discos y libros el artista
había cosechado gran cantidad de enemigos dentro de las filas
conservadoras, fue en esa etapa en la que comenzó a ser perseguido por
misteriosos coches, y sus conversaciones fueron sistemáticamente
monitoreadas.
Como más tarde expresó Gore Vidal, “Lennon representaba la vida,
precisamente lo que Nixon odiaba, porque él representaba la muerte”.
Finalmente, Lennon recibió una carta de deportación. J. Edgar Hoover,
conductor de la CIA, gustaba de dar discursos sobre ética y profesaba la
imperiosa necesidad de la nación de contar “con hombres y mujeres con
capacidad de indignación moral”. Mientras tanto, comandaba un plan de
persecución a los Lennon, cuyo último objetivo sería el de expulsarlos
definitivamente de los Estados Unidos: ese trabajo de zapa es el eje de
esta película. En conversación con Página/12, el realizador John
Scheinfeld brinda detalles sobre la realización de aquel film.
–¿Le llamó la atención que el asunto no hubiese sido abordado por los medios de comunicación?
–La posibilidad de hacer un film que contara una historia desconocida
sobre Lennon, por empezar, era muy excitante. Siempre fui fanático de
The Beatles y su música tuvo y tiene un gran impacto en mi vida. Es muy
difícil encontrar historias nuevas sobre alguien tan famoso. Los
documentos ocultos del FBI al respecto salieron a la luz en 1997, y
desde entonces buscábamos hacer la película, pero ningún estudio de
Hollywood quería producirla. Finalmente, pudimos llevarla a cabo en
2006.
–¿Cuál fue la estrategia en cuanto a la utilización de los testimonios?
–La única estrategia específica que utilizamos fue entrevistar
exclusivamente personas que estuvieran directamente involucradas, que
realmente conociesen o hubiesen trabajado con John y Yoko. O de
individuos cuya actuación haya sido influyente en los sucesos que
tuvieron lugar en ese período. De esa forma, se generó una credibilidad y
legitimidad a la hora de hablar sobre lo que había sucedido y por qué.
–¿Cómo accedieron al material de archivo inédito?
–Particularmente, disfruto mucho la parte detectivesca de mi trabajo,
buscando archivos históricos nunca antes revelados y evitando trabajar
sobre material ya conocido. Yoko Ono nos brindó un extraordinario apoyo,
no sólo en las entrevistas, sino también en el acceso total a su
material de archivo audiovisual. En Austria localizamos un rollo de film
nunca antes mostrado, con 12 minutos del “evento de la bolsa” de John y
Yoko en Viena, en 1969. También buscábamos registros de la
controversial frase “más famosos que Jesucristo” para darle más fuerza a
ese suceso, pero nos decían que no había quedado nada. Sin aceptar el
“no” como respuesta, seguimos buscando durante meses, hasta que
encontramos 20 minutos de testimonio fílmico de las quemas de discos y
libros de los Beatles en el sur. Otro ejemplo es del momento en que
finalmente le entregan a John su tarjeta de residencia. Se suponía que
no había quedado nada, pero las fotos mostraban cámaras tomando aquel
evento. Nos convertimos en una molestia total y seguimos pujando y
pujando por todos lados. Finalmente apareció, en un rincón de un canal
de noticias, la grabación del episodio, tres semanas antes de que
estrenáramos el film. Allí se ve el momento en que un periodista le
pregunta a Lennon si guarda algún resentimiento hacia el gobierno de los
Estados Unidos. El responde, brillantemente, con un ingenioso juego de
palabras: “El tiempo hiere todas las curas”. Ese momento terminó dándole
otro cierre al film, y la audiencia respondió favorablemente.
–¿Adhiere a la idea de que Lennon fue utilizado por los militantes más radicales de entonces?
–Una vez le pregunté a un amigo de John si alguien le decía qué le
convenía hacer. Este amigo se echó a reír y me dijo: “Absolutamente
nadie le decía a John qué hacer, ni Yoko ni nadie. Si él se involucraba
en algo, era porque se quería involucrar”. Y, basándome en todo el
material que investigué para la película, es claro que no se dejaba
usar. Más bien asociaba su nombre a determinadas cuestiones simplemente
porque creía en ellas.
–¿Fue deliberado no hacer referencia a los rumores sobre el involucramiento de la CIA en el asesinato de Lennon?
–No mencionamos esa teoría porque no creímos, ni creemos, que tenga una
pizca de verdad. Habiendo revisado cada hoja de los archivos del FBI
relacionados con la causa Lennon, no hay ninguna pieza de evidencia de
que el mismo FBI, o la CIA, hayan estado interesados en Lennon una vez
que Nixon fue reelecto presidente, en 1972. Adicionalmente, y como
muestra el film, luego del nacimiento de su hijo Sean, en 1975, Lennon
se retiró de la vida pública, dedicando todo su tiempo y energía a la
familia. No estaba haciendo nada que pudiera llegar a causar
preocupación en cualquier agencia de gobierno de los Estados Unidos. En
síntesis, la teoría de la CIA no es más que otra teoría conspirativa,
sin evidencia alguna que la sostenga.
–¿Cuáles fueron sus principales referentes en cuanto a libros y
películas hechos anteriormente, como los trabajos de Andrew Solt o de
Fred Seaman? ¿Considera el libro de Albert Goldman (Las Vidas de John
Lennon, de 1988) un trabajo respetable?
–El único libro que consultamos fue el maravilloso Gimme Some Truth
(“Dame algo de verdad”, título de una canción de Lennon), de Jon Weiner.
El resto surgió directamente de las charlas con la gente involucrada. Y
respecto al libro de Goldman, cuanto menos lo mencionemos, mejor.
–¿Suele resolver la línea de tiempo en sus documentales de forma lineal?
–Buena pregunta... En ese sentido, no tengo una forma específica de
trabajar; en cada film depende de la historia contada. En el de Nilsson
–¿Quién es Harry Nilsson (y por qué están todos hablando de él)?, de
2010–, por ejemplo, decidí que el relato lineal era el mejor, porque no
mucha gente lo conocía y entonces era preciso contar de dónde venía,
para entender por qué hizo lo que hizo. En el caso de The U.S. vs. John
Lennon, como Lennon es tan conocido, no necesité recordarle a la gente
cómo había sido su pasado, y pude así variar más la estructura. Dicho
esto, antes de empezar a hacer documentales, yo escribía guiones
dramáticos para series de televisión, con la estructura dramática
tradicional de tres actos. Una de las cosas en las que me veo diferente a
otros documentalistas es que aplico esta estructura en mis guiones,
para presentar una historia importante contada de una forma más
interesante, entretenida e intrigante.
–¿Qué anécdotas recuerda sobre la realización del film?
–Yo tengo el mejor trabajo del mundo, que, aunque requiere de gran
paciencia y tenacidad, me permite viajar a los lugares más interesantes y
hablar con la gente más interesante sobre los temas más interesantes.
Tengo muchas anécdotas, entre ellas haber conocido y trabajado con Yoko
Ono. Pero, por ejemplo, recuerdo la primera reacción de la audiencia
cuando lo estrenamos en el Festival de Telluride, en Toronto. Luego de
la impresionante ovación de pie, un hombre con lágrimas cayendo de sus
ojos se acercó a mí, estrechó mi mano y me dijo: “Gracias por haber
hecho esta película”.
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