En 1969, Paul McCartney lanzó un dardo envenenado en forma de canción al por entonces mánager de The Beatles, Allen Klein,
por la forma en que exprimía al
grupo a base de comisiones. «Nunca me
das tu dinero, siempre papeles ridículos. Y en el medio de la
negociación, te vas» cantaba en «You Never Give Me Your Money» de «Abbey Road» (1969).
Desde entonces, el británico lleva más de cuarenta años atrapado en su
propia canción. Cada vez que McCartney sube al escenario para tocar
alguna canción de The Beatles tiene que pagar derechos de autor a los dueños del catálogo de los de Liverpool.
Si además quisiera grabar la canción en un disco, a partir de ahora
deberá dirigirse a una nueva ventanilla: la de Universal Music. El
dinero sigue sin volver.
Y es que, tras meses de espera, la Comisión Europea autorizó el pasado mes de septiembre la adquisición de EMI por parte de Universal Music Group, filial del grupo francés Vivendi, por 1.900 millones de dólares.
La fusión conformará el mayor sello discográfico del mundo. Sin
embargo, para evitar que el gigante torne en dinosaurio, Bruselas
incluyó letra pequeña al acuerdo. Con tal de que la cuota de la nueva
compañía no rebase el 40% en el mercado europeo, Universal deberá deshacerse en seis meses de un tercio de los activos de EMI.
Así, retendrá a artistas como The Beatles y Robbie Williams, pero se deshará de otras de las joyas de la corona de la legendaria casa británica. Esto es, sellos como Parlophone, que incluye a Pink Floyd, David Bowie, Radiohead, Gorillaz, Coldplay o a Queen entre otros; Mute, con The Ramones o Chrysalis,
que alberga a Depeche Mode. Tambiénse desprenderá de las filiales de
EMI en Francia (es decir, David Guetta), España, Bélgica, Dinamarca,
República Checa, Polonia, Portugal, Suecia y Noruega. «En la práctica,
el acuerdo tendrá consecuencias mínimas para la filial en España.
Nuestro catálogo seguirá siendo nuestro y lo debemos proteger para que
continúe con el mismo valor económico», aclara el presidente de EMI Music en nuestro país, Simone Bosé.
Una larga lista de pretendientes
Así, las directrices de Europa suponen un mazazo a las
pretensiones de Universal. Y, al mismo tiempo, abren las apuestas sobre
los posibles compradores del catálogo del que la firma deberá
deshacerse. Una colección de lo más apetitosa, cuyo valor podría alcanzar los 750 millones de dólares,
según Universal. Pretendientes no le faltan: Richard Branson,
presidente de Virgin, se ha ofrecido para comprar Virgin Records, sello
que vendió a EMI en los noventa y que ahora pretende recuperar. Otros nombres que han sonado son el del grupo editor alemán BMG o alguno de los sellos más grandes agrupados en Impala, asociación que representa a las discográficas europeas independientes.
Precisamente, y a pesar de oponerse a la fusión, Impala ha conseguido que sus reclamaciones tengan eco en Bruselas. Un éxito sobre todo después de que en 2005 no lograra que el por entonces comisario de Competencia, Mario Monti, impidiera la fusión entre las dos «majors» Sony y BMG.
Las otras ganadoras de la decisión son plataformas de música «online»
como Spotify o iTunes, que ven como la Comisión legitima su posición al
evitar que se forme un gigante que les imponga sus condiciones sin
posibilidad de negociación.
La directora ejecutiva de Impala, Hellen Smith, afirma que
si bien valora el análisis de Bruselas sobre el impacto de la fusión «si
antes había una especie de equilibrio con dos "super majors" como Sony y
Universal y dos "mini majors" como EMI y Warner, ahora el duopolio entre Sony y Universal se refuerza».
Pérdida de poder
La operación, no obstante, simboliza la pérdida de poder de las grandes discográficas en el mercado. Hace diez años había cinco «majors» (Sony, BMG, Universal, Warner y EMI). Ya solo quedan tres.
Ante la crisis, la supervivencia se busca mediante la concentración del
sector. En los últimos diez años, la venta de música en todo el mundo
ha menguado a la mitad. De generar unos 13.000 millones de dólares en
2002 ha pasado a 6.500 millones en 2011. Y a menores beneficios, menos
compañías.
La británica EMI, encarna a la perfección este derrumbe de
la antes onerosa vieja industria. Fundada en 1931, Electric &
Musical Industries era la «major» más vetusta en el negocio. Sin
embargo, a pesar de contar con un catálogo de artistas deslumbrante, una
gestión nefasta la ha llevado a la ruina. Hasta el punto de que en los
círculos de la industria se le califica como «Every Mistake Imaginable» (Todos los errores imaginables). Una
tendencia a la autodestrucción potenciada tras la compra del sello por
el fondo de inversión Terra Firma, que en 2007 desembolsó la desorbitada
cantidad de 4.200 millones de libras por ella. Debido a la astronómica
deuda que contrajo por la compra, Terra Firma la traspasó a Citigroup en
2011. El banco la dividió en su negocio editorial, adjudicado a Sony
por 1.380 millones de libras, y la división de música grabada, ahora
propiedad de Universal.
Sus competidoras tampoco están mucho mejor. El multimillonario ruso Len Blavatnik tuvo que salir al rescate de Warner en 2011 al
comprarla por 900 millones de euros en un momento en que la
discográfica acumulaba una deuda de más de 1.300 millones. No hay tregua
en el sector.
En un contexto en el que el mercado físico continúa en
caída libre, cada vez hay menos discográficas. Las «majors» esperan que
el sector haya tocado fondo y comience la recuperación por la vía digital.
Aunque los años de vino y rosas hace tiempo que quedaron atrás, la
industria aguarda el fin de la crisis. Pero la canción siempre es la
misma.
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