Fuente: efeeme.com GERNOT DUDDA
“McCartney o realmente tiene talento para cosas que le quedan lejos o
sabe encontrar a los colaboradores adecuados para hacerlo. Y un muy poco
mucho de las dos cosas hay también aquí”
Es lo que tiene ser Sir o llamarse Paul McCartney. Da igual
que hagas música sinfónica, coral o “techno”, el resultado acaba
superando las expectativas. O realmente tiene talento para cosas que le
quedan lejos o sabe encontrar a los colaboradores adecuados para
hacerlo. Y un muy poco mucho de las dos cosas hay también aquí.
“Kisses on the bottom” es la primera experiencia de Macca en los
estándares del jazz. Esa música por la que Sting entra y sale como Pedro
por su casa, pero que en su caso tiene el doble valor de la experiencia
novel y, sobre todo, de la rareza que supone pensar en un Paul
McCartney inédito hasta el momento en los cauces del swing cuando hasta
el más jovenzuelo chaval de barrio ha sabido revelarse últimamente como
un consumado “chico del swing”. Y es cierto, nunca antes se había
enfrentado Paul McCartney a las canciones que significativamente le
habían abierto el gusanillo de la música, como así fue a través de
tantas y tantas sesiones familiares de Año Nuevo compartidas. Primero
con su padre al piano y luego con ese compañero llamado John Lennon (los
Beatles ni siquiera estaban en proyecto). Un homenaje justo a las
fuentes del músico cuya firma tantas y tantas veces se ha hecho
imprescindible en los últimos 50 años.
Un primer apunte para “maccadictos”: la voz. Aunque hay números
impecables en los que ha sabido confundirse bien con el paisaje, también
hay otros en los que Paul no ha renunciado a sus señas de identidad
personales, que quedan por supuesto en los ámbitos de un vocalista de
pop o de rock, pero no de jazz. Esto supongo es inevitable. Y ojo, no es
algo malo. Hay que tener en cuenta que es la primera vez en toda su
carrera que Macca canta solo. Es decir, sin acompañarse él mismo a la
vez con su guitarra o su piano, con lo que esto supone de parapeto.
Un segundo apunte: la banda. De alquiler, por supuesto. Como así ha
sido siempre en este tipo de música. Petición de por medio a Diana Krall
y sus muchachos, con el visto bueno de Tommy Lipuma, productor
contratado para la faena. Los arreglos serían por supuesto más
espectaculares si se hubiera contado con alguien como Phil Ramone o Al
Schmitt, pero se trataba de conseguir una atmósfera mucho más natural y
familiar en el estudio, sin importar que la producción guardara un punto
de homogeneidad entre los temas. Ni siquiera éstos se han elegido por
su reconocimiento popular ni han sobrevivido a una larga lista sometida a
meditada depuración. Si alguien llegaba al estudio con una buena
canción y los demás se la sabían, acababa grabándose. La sensación de
encontrarse en el emblemático edificio de la Capitol en Los Ángeles –con
los fantasmas de Frank Sinatra, Nat King Cole, Dean Martin o Gene
Vincent dando vueltas–, hizo el resto.
Tercer apunte: el repertorio. Con primeros espadas del Tin Pan Alley,
como Irving Berlin (‘Always’), Fred Ahlert (‘I’m gonna sit right down
and write myself a letter’), Billy Hill (‘The glory of love’), Harold
Arlen (‘It’s only a paper moon’), o este mismo ya en tándem con Johnny
Mercer (‘Ac-cent-tchu-ate the positive’). Canciones perfectamente
tarareables, como ‘Get yourself another fool’, ‘Bye bye blackbird’ o
‘The inch worm’. Un homenaje implícito a toda una era en la que las
canciones formaban parte de la vida de las personas (no como ahora). Con
sus ilusiones, sus anhelos, sus frustraciones… Formando parte de la
Vida.
Los “maccadictos” también disfrutarán sabiendo que Paul ha grabado de
nuevo aquel ‘Baby’s request’ que ya hiciera en 1979 para el “Back to
the egg” de los Wings. Y dos temas más de su propia cosecha –’My
Valentine’, ‘Only our hearts’)–, a los que hubiera resultado difícil
encontrarles acomodo fuera de aquí.
Después de tanto párrafo, cualquiera podría pensar que
“Kisses on the bottom” se trata de una obra maestra. Ojo, no lo es. Pero
ya quisieran muchos mostrar tanto arrojo sin sentirse intimidados por
una aventura que podría venirles grande y salir encima tan airosos como
Macca. El resultado es más que digno y se deja escuchar pero que muy muy gratamente.
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