Fuente: diariobae.com
Mantener la vigencia después de cincuenta años no es una tarea fácil,
especialmente para quien fue parte mítica de una banda de la magnitud
de The Beatles. Sin embargo, y sin ningún tipo de artilugios, Ringo
Starr reaparece con un disco en el que sólo busca mostrarse como un
simple “hombre”, con un cancionero despojado de elementos artificiales o
golpes de efecto, que recuerda a su trabajo más exitoso, Ringo (1973),
lo que de algún modo implica un nuevo viaje en el tiempo para el ex
baterista, que se niega -razones no le faltan- a abandonar el pasado.
Su propia figura marca el eje conceptual de este escueto disco que
apenas alcanza los veintinueve minutos de duración. Starr no sorprende
pero agrada: nostálgico y encantador, no intenta levantar a las masas ni
llenar estadios -aunque es más que claro que puede hacerlo-; sólo busca
mantener su esencia, despuntar el vicio sin perderse en el olvido.
En Ringo 2012, pues, visita el pasado, lo revisa y lo trae de vuelta
eludiendo todo tipo de convenciones o lugares comunes modernos. Sucede
que el siempre joven Starr, de 71 años, se siente cómodo en ese espacio
que pertenece a su propio estilo y no necesita sentarse a negociar con
los estándares contemporáneos. Es decir: sus discos son caprichos,
gustos que tiene el derecho de darse y compartir, y éste no es la
excepción. Por ello también se da el permiso de interpretar el “Think It
Over” de Buddy Holly, o “Rock Island Line” de Lonnie Donegan, además de
llevar a estudios a algunos de sus cómplices musicales como Joe Walsh
(The Eagles), Bentmont Tench (Tom Petty and The Heartbreakers), Dave
Stewart (Eurythmics) o Van Dyke Parks (colaborador de Beach Boys) con
quien se atrevió a darle un golpe de diferenca al álbum con “Samba”, un
tema meramente latino. Además, y sin descaro, mete entre las pistas de
este nuevo trabajo “Wing”, de 1977, y “Step lightly”, de 1973.
Cabe destacar que tampoco deja de lado ese halo de idealismos hippie
que traduce en sus líricas. Cada verso sigue atravesado por las mismas
temáticas que estallaban en las décadas del sesenta y setenta. La utopía
de la paz y la libertad para todo el mundo sigue viva.
Es claro que Ringo Starr ya no logará la repercusión de su ex
compañero Paul McCartney, pero parece sentirse cómodo con estos pequeños
recreos musicales que se da de vez en cuando. Seguramente le agrade
verse, de algún modo, como la contracara de Paul, el hombre que vive en
gira perpetua.
A pesar de esa distancia de estilos entre los dos únicos Beatles
vivos, está claro que Starr está muy lejos de jubilarse y va por más,
aunque sólo se trate de un viaje en el tiempo. Simple y con la sencillez
melódica que lo caracteriza, lo que sigue haciendo hace honor al lugar
que se ha ganado, y mantiene méritos para que se lo cuide como una joya y
respete como algo más que el ícono de una época.
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