¿Tiene sentido, a estas alturas del partido, “rescatar” un disco de John Lennon? Sí, rotundamente sí. Sobre todo porque el legado Beatle es tan gigantesco que muy probablemente ensombrece la obra solista de sus componentes. Y ahí, en la discografía en solitario, también reposan algunas
grandes obras que los aficionados más jóvenes puede que no conozcan. Por tanto, sí, es obligatorio recuperar de vez en cuando algunos de aquellos discos.
Editado el 11 de diciembre de 1970 (el año de la separación de los Beatles, anunciada en abril), “John Lennon/Plastic Ono Band” es el primer álbum en estudio de Lennon, o el primero como tal, pues antes habían aparecido unos breves discos “experimentales” (por llamarlos de algún modo) en los que se dejó llevar por su lado más histriónico (el que alimentó al principio Yoko Ono), un single y un álbum en directo. Y para debutar en solitario, Lennon se alejó de lo que los seguidores de los Beatles podían esperar de él, refugiándose en un tono confesional alimentado por las sesiones de “terapia primal” con el doctor Arthur Janov a las que, durante cuatro meses, había asistido (también Yoko) y en las que aprendió a rebuscar en su pasado para comprender que sus frustraciones y flaquezas se encontraban en la infancia, aprendiendo a llorar y a gritar de rabia y dolor. El propio Lennon comparó aquel tratamiento con la adicción a las drogas, así que se quedó con lo aprendido, abandonó el programa sin completarlo y decidió grabar un disco, que parecía un modo más práctico de sacar afuera sus fantasmas.
Y fantasmal era la Plastic Ono Band, una formación que en la práctica no existía (eran los músicos que él y su inseparable Ono reunían para discos o directos) y que aquí incluía a los viejos compinches Ringo Starr a la batería y Klaus Voorman al bajo; Lennon se hizo cargo de las guitarras. Solo Billy Preston (también colaborador de los Beatles) tocó el piano en un tema y el productor Phil Spector también le dio a las teclas en otro. Solo eso. Incluso no se sabe muy bien qué hacía Spector coproduciendo un disco en el que su huella no aparece por ningún lado, pues esto es la antítesis del muro de sonido. Música primaria, desnuda, sin aditamentos. Claro, que Lennon aseguró que el productor no compareció en la mayor parte de las sesiones (pero se supone que ayudó a encauzar aquello técnicamente, y poco más).
Por seguir con la terapia y los fantasmas, Lennon se saca algunos de encima con las canciones que abren y cierran el disco: ‘Mother’ y ‘My mummy’s dead’. La primera comienza con unas inquietantes campanas que parecen augurar malas vibraciones. Y así es, Lennon, sobre una melodía sencilla, reconoce el trauma que le supuso el abandono de su madre y la ausencia de su padre cuando era niño, y con espíritu infantil entona con dulzura… una letra durísima: “Madre, tú me tuviste, / pero yo nunca te tuve. / Yo te quise, / tú no me quisiste. / Así pues, solo he de decirte / adiós, adiós. / Padre, tú me dejaste, / pero yo nunca te dejé. / Yo te necesité, / tú no me necesitaste. / Así pues, solo he de decirte / adiós, adiós”. Por su lado, el tema con el que finaliza el disco es prácticamente un esbozo de canción, en la que Lennon susurra, en formato de haiku y con sonido lo-fi: “Mi mamá está muerta, / no puedo hacerme a la idea”. Desde luego, estaba poniendo sus asuntos más íntimos en orden, ¡y en público! Mostrando sin reparos su vulnerabilidad. Quizá esa vulnerabilidad y estado de ánimo son los que invitan a viajar al pasado en la pop ‘Remember’, o sirven para relatar sensaciones íntimas en la fabulosa ‘Love’ (con el piano de Spector), claramente dedicada a Yoko: “El amor es real, real es el amor. / El amor es sentir, / sentir el amor. / El amor es desear ser amado [...] El amor eres tú, tú y yo”.
Entremedias, canciones optimistas pero en las que sigue mostrándose vulnerable, como “Hold on”, en la que se da ánimos a sí mismo, a Yoko y al mundo para resistir y en la que parece confirmar que sabía lo que sucedía, que se daba cuenta de lo que pasaba con sus campañas por la paz, que el compromiso no era absurdo: “Solo un chico y una muchachita / intentando cambiar el mundo entero. [...] Tenemos miedo de todos, miedo del sol. / Aislamiento. / El sol nunca desaparecerá, / pero el mundo puede que no dure muchos años”.
También hay espacio para un tema ácido como ‘I found out’, en el que deja claro que está harto de los hippies del momento que lo buscan para pedirle dinero o apoyo para todo tipo de causas: para entonces ya no era el chico ingenuo que años atrás se había dejado engañar por el hinduísmo, ahora, sobre un fondo musical áspero, dice: “Los freaks en el teléfono / no me dejarán en paz [...] Ahora que te he hecho ver / por lo que he pasado, / no creer la palabra de nadie / es lo que puedes hacer. / No hay ningún Jesús / que vaya a caer del cielo, / ahora que lo he descubierto, / podría llorar. [...] La vieja Hare Krishna / no es nadie a tu lado, / solo te tiene loco, / sin nada que hacer, / te tiene ocupado / con el pastel en el cielo. / No hay ningún gurú / que pueda ver a través de tus ojos”. Y el Lennon más salvaje se desparrama en ‘Well well well’, un recuerdo de los primeros días junto a Yoko, recreando sus conversaciones, sobre la revolución y la liberación de la mujer. Como siguiendo las enseñanzas del doctor Janov, Lennon grita, se deja la garganta, mientas Ringo martillea con la batería, Voorman toca tierra con el bajo y él mismo sacude su guitarra como si fuera una sierra. La grandeza de esta canción es, precisamente, el contraste entre la aparentemente placidez de la letra y la contundencia de la música (justo al revés que en ‘Mother’), que nos hace entender que ese “Bien, bien, bien” es pura ironía: las cosas no estaban bien (y no lo están, podríamos añadir).
A la época del disco blanco de los Beatles corresponde la tranquila ‘Look at me’, canción serena que no entró allí por sus similitudes con ‘Julia’, y que aquí Lennon presenta con guitarra acústica y voz, nada más. Y es un placer escucharlo cantar tan bonito, tan cercano. Mientras, en ‘Workin class hero’ empuña guitarra acústica para recalcar, al modo del cantante protesta fijado por Dylan años atrás, la grandeza de la clase obrera, a la que, sin pertenecer a ella, admiraba y se sentía comprendido por sus integrantes. Es un tema en el que echando mano de su voz más bella (¡de color tan Beatle!) clama que “un héroe de la clase obrera es algo que ser”. Para entonces hacía tiempo que Dylan había decidido dejar de ser portavoz de una generación, pero a Lennon parece que el papel le resultaba atractivo.
Y para que nadie dudara de su mala leche, el penúltimo tema del disco es el poderoso ‘God’, quizá el más recordado, por lo impactante de su argumentación: Lennon ya no cree en nada, ni en Dios (que no es más que un concepto, dice, por el que medimos nuestro dolor), ni en Elvis, ni en Dylan (al que se refiere como Zimmerman) ni en los Beatles, confiesa que él era un tejedor de sueños y, lo más impactante, lanza un tremendo mensaje generacional: “The dream is over”, el sueño ha acabado. Un mensaje que se entendía como que se acabó la fiesta. A los años sesenta, al hippismo y al verano del amor le pueden ir dando, esto es otra cosa, la realidad está ahí fuera. Fin de la utopía, soplan nuevos tiempos. No dejes que te la den con queso. Siguiendo con los contrastes, aquí el piano de Preston (en lo que se supone fue una feliz idea de Spector) parece inspirado por el gospel, y sin embargo esta es una canción abiertamente antirreligiosa.
Pese a que “John Lennon/Plastic Ono Band” no es un disco plagado de canciones deslumbrantes y pegadizas, de esas que Lennon sabía firmar, su intimismo y crudeza sirven para comprender su evolución, cómo quiso despojarse del sonido que le dio fama y dinero, cómo buscaba ser él mismo, modelando una nueva identidad. Pero no fue demasiado bien recibido por el público y la crítica (aunque esta, con los años, ha terminado por considerarlo uno de los trabajos esenciales de la historia del rock, frecuentemente incluido en los listados a que tan aficionados son algunos medios) y Lennon, el contradictorio, tenía un fuerte espíritu competitivo y le encantaba que sus discos escalaran hasta los primeros puestos de las listas de venta, y al no suceder tal cosa, en el siguiente trabajo, sin rebajar un ápice la intensidad poética desplegada aquí, sí busco la melodía agradable y los arreglos untuosos para dar forma a otra obra maestra, “Imagine”, que, esta vez sí, fue recibida con los brazos abiertos por sus seguidores.
Aunque solo sea como curiosidad histórica, hay que decir que en paralelo a “John Lennon/Plastic Ono Band”, Yoko Ono lanzó “Yoko Ono/Plastic Ono Band”, en el que contaba sus experiencias con la “terapia primal”. Ambos discos compartieron diseño (en el de Yoko, en una foto de portada idéntica, es ella la que reposa sobre Lennon). Pero, seamos sinceros, ¡¿quién tiene el menor interés en hablar de un disco de Yoko Ono?! Bastante suplicio es que luego vinieran álbumes conjuntos.
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