Fuente: jornada.unam.mx
Los melómanos nostálgicos de La Habana
cumplieron su primer año de travesía a bordo del Submarino
Amarillo, un centro cultural capitaneado en aguas tropicales y
nocturnas por cuatro chicos de Liverpool: John, Paul, George y Ringo:
The Beatles.
Lennon, McCartney, Harrison y Starr son apenas sombras en este
club, pero eso –admitámoslo- puede ser casi todo en un navío que
la víspera arribó a su primer aniversario de navegación continua
por los profundos mares de la memoria y de ese arte visceral que es
el rock and roll.
We all live in a yellow submarine (Todos vivimos en un
submarino amarillo), se escucha cantar a The Beatles -justo a las
9:00 pm, cuando abre sus puertas el club; entonces, cómo no creer en
sus presencias penumbrosas: aquel tipo desgarbado que cruza las
piernas y apura un trago de Cubalibre debe ser John; aquel otro es
Ringo, sin dudas, el que tamborilea sobre la mesa…
And our friends are all on board (“ todos nuestros amigos
están a bordo), prosigue la voz desde cada rincón de este sitio que
en realidad es un subterráneo sembrado en medio de la barriada
habanera de El Vedado; y es cierto: por aquí suelen pasar The
Rolling Stones, The Doors, The Who, Sex Pistol, Led Zeppelin, Janis
Joplin o Bob Dylan…, tantos.
Los amantes habaneros de la música de los años 60 y 70 del
pasado siglo toman asiento entre estos espectros inmortales,
envueltos por radicales solos de guitarras, por el galope exuberante
de la batería, por inquietantes pasajes vocales que pendulan entre
cielo e infierno: los congregados se aprestan a una escapada
alucinante hacia otra dimensión y la nave zarpa.
Todo es penumbra, pero los vagos resplandores de unas pantallas
que regalan imágenes de archivo –donde también desfilan The
Platters, Deep Purple, Air Suply, Europe, Eagles, The Birds- y la
magia blanca de ciertos acordes descubren a ráfagas los colores del
lugar: el azafrán del casco de la embarcación; el añil oceánico
tras los cristales de las enormes claraboyas.
El diletante no puede quedar ajeno a las visiones apolilladas,
melancólicas, surrealistas y psicodélicas, vitales o agonizantes,
que toman cuerpo a su alrededor: el submarino es un país de
imaginación y, si te fijas, verás a tu lado al gran Jimi Hendricks,
quien hasta te prestará su guitarra y, si demuestras aptitudes, te
dejará tocarla con los dientes.
And the band begins to play a las 10:00 pm, acontece un
cambio de ruta en el submarino: se esfuman los videos y calla la
música; por unos segundos, el silencio borra las sombras de los
ídolos, pero eso es solo cosa de un instante porque “la banda
comienza a tocar”.
Un ensamble cubano anima cada velada del Yellow Submarine: Los
Kents, Magical Beat, Dimensión Vertical, Gens, Cetros, Los Gafas,
Red X, Doble A, Izquierdo Reservado, Partes Privadas, Magnum, Osamu
Menéndez y su grupo o Los Taxons, hacen labor de ventrílocuo o
médium y ofrecen al público versiones de Hotel California o Hey
Jude o Satisfaction o The end.
A lo largo de un año, bandas de Alemania, Dinamarca, Uruguay y
Colombia han embarcado con su arte para revivir entrañables
fantasmas en este rincón de La Habana, una urbe que es el paraíso
del son, el bolero y la trova; pero donde la noche, caprichosa,
también invita a sumergirse en los abismos del mejor rock.
Si el caminante, perdido en el laberinto de El Vedado, no
encontrara la escotilla de acceso al Yellow Submarine, puede
preguntar en el parque de 17 y E: allí hallará, sentado en un
banco, haciéndose pasar por una estatua sin gafas, a John Lenonn,
quien mostrará enseguida, con un gesto lánguido, la dirección
exacta de su casa habanera.
Después no habrá más que contar 96 pasos, entrar y, entonces,
usted encontrará –como dice la canción- todo lo que necesita: sky
of blue and sea of green (cielo azul y verde mar), que es
sinónimo de amor in our yellow submarine (en nuestro submarino
amarillo).
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