Fuente: cromos.com.co
Paul McCartney no ha parado de dar conciertos. Lleva dando vueltas
por el mundo desde los años setenta, primero con su grupo Wings, y
después solo. Hizo gira en los ochenta, en los noventa, y con el nuevo
milenio se aceleró. Seguro porque cumplió y sobrepasó los 64 años, edad
que inmortalizó en When im sixty four, la canción que escribió cuando no
soñaba con ser viejo. Pero también es porque le entra buena plata con
cada gira.
En la de ahora, On the Run, Paul ya ha parado en
Rotterdam, Moscú, Estocolmo, París, Chicago, Montreal y Abu Dabi, entre
otras ciudades. Ahora el turno es para Suramérica, con paradas en
Montevideo, Asunción, Bogotá, Recife, Florianópolis, Guadalajara y
Ciudad de Mexico.
McCartney llena estadios por todo el mundo
porque heredó la marca de Los Beatles. De hecho, el fin de Los Beatles
como grupo, más allá de la eterna discusión alrededor de Yoko Ono, tuvo
mucho que ver con la empresa que formaron: Apple Corps. Con tanta plata y
poder de por medio, los artistas se cansaron de ser Beatles y se
disolvieron como grupo.
Aunque un grupo disuelto deja de escribir
material nuevo, las canciones que ya existen le pertenecen a alguien. La
mayoría del catálogo de Los Beatles es de un convenio entre John Lennon
y Paul McCartney. Todo lo que escribía uno, era de los dos, la marca
Lennon/McCartney. Cuando Lennon murió, Paul McCartney se volvió el único
beatle con derecho a tocar estas canciones, aunque la mayoría de las
veces solo toque las propias, entre las que se encuentran algunas de las
más populares del grupo, como Hey Jude, Let it be y Yesterday.
Y
así empezó a crear su imperio financiero. Ahora Paul McCartney es más
que un cantante de himnos nostalgicos. Es artista del pincel, poeta,
libretista y hasta publicista. Usa su celebridad sin reparos. En la
reciente Semana de la Moda en París, McCartney entró a las pasarelas con
Alicia Keys. También unió fuerzas con Steven Spielberg y Colin Firth en
una campaña para que no cierren el Twickenham Film Studios, el lugar
donde Los Beatles filmaron varias de sus películas. Hace poco anunció el
lanzamiento de un libro de recetas vegetarianas, 52 para ser precisos,
con ayuda de sus hijas Stella y Mary, la cantante americana Pink, el
actor Kevin Spacey y el chef Mario Batali.
Y es que su celebridad
es más grande que la de muchos otros famosos. El gobierno de Inglaterra
recientemente restauró la casa donde Paul McCartney vivió de pequeño, y
la registró como un tesoro nacional. La marca McCartney es tan poderosa
que sus hijos han usado el apellido para lograr el éxito. No es para
decir que Stella McCartney no es una diseñadora por su propio trabajo y
talento, o que Mary McCartney no es fotógrafa por su propio mérito, pero
cuando el único hijo, James McCartney, decidió lanzar su carrera
musical a los 34 años, no fue solo talento lo que lo ayudó a presentarse
en los teatros más cotizados de Estados Unidos. El apellido McCartney
tiene un peso que se traduce a libras esterlinas.
En Colombia,
Paul McCartney vendió el 75% de las boletas en una hora y media, según
dice Fernán Martínez, uno de los empresarios organizadores del evento.
La más barata salía en $78.000, y la más cara a $800.000, sin el
servicio extra de TuBoleta. Así de grande es la fama de McCartney, no
solo acá en Colombia, sino por todo el mundo.
Se calcula que el
patrimonio de Paul McCartney supera los 440 millones de libras
esterlinas, y eso después de perder 24.3 millones de libras esterlinas
en su divorcio con Heather Mills, y 60 millones de libras esterlinas en
el mercado financiero y en finca raíz, en la crisis económica que
comenzó en el 2008.
Quizas la pérdida lo inspiró a registrar su
nombre como marca. Tal vez por eso estas últimas giras mundiales. La
mercancía que vende en los conciertos –desde llaveros hasta camisas y
gorros– toda tiene el nombre del cantante o su figura estampada. Y
McCartney puede ponerles su nombre a prendas de vestir y, como ya lo ha
hecho, hasta a alimentos. Según la revista Forbes, Paul se embolsilló el
año pasado la bicoca de 67 millones de dólares. Y eso que no los
necesita. Solo con las regalías de Los Beatles viviría sin
preocupaciones. El cuarteto ha vendido, en cifras oficiales, 248
millones de copias.
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