En el día en el que un beatle actuará por primera vez en Uruguay voy a contar una anécdota personal sobre la vez que estuve a un solo apretón de manos de los genios.
En agosto de 1967 posiblemente los Beatles eran las personas más famosas del mundo y un día de ese verano partieron en tren desde Londres rumbo a Bangor, Gales, en compañía de un individuo bajito, barbado y sonriente
hasta la exasperación que, envuelto en una túnica blanca, se proponía guiarlos hacia nuevos niveles de conciencia.
Se trataba de Maharishi Mahesh Yogi, nacido en una fecha indeterminada de 1918 en Raipur, India, y su verdadero nombre, según sus biógrafos, era Mahesh Prasad Varma. Durante ese fin de semana que los Beatles dedicaron a la meditación con el Maharishi, su manager Brian Epstein murió de una sobredosis, para muchos la razón del comienzo del fin del grupo.
El vínculo de los Beatles con el gurú de la Meditación Trascendental -como se conoce su prédica- continuó en 1968 e incluyó un sonado viaje colectivo a la India entre febrero y marzo para realizar "un cursillo sobre meditación" impartido por el Maharishi en Rishikesh -al pie del Himalaya- a un costo de 400 dólares diarios.
El cursillo terminó mal y todos se fueron antes del final porque, según se supo después -en versión que todavía se discute- el gurú se dedicó a perseguir como un fauno a las hermanas Farrow -Mia y Prudencia, que integraban el aula- y no precisamente para hacerlas meditar. Cuando Lennon lo supo se hartó y le dijo que se iban con George -Paul y Ringo se habían marchado antes-. Cuando el Maharishi preguntó porqué, John solo le respondió: "Si eres realmente psíquico, deberías saberlo."
Despedido por los Beatles de su rol de guía, el Maharishi -genio del marketing- ya había cobrado suficiente fama planetaria y hacía giras por muchos países promoviendo su método. Fue así que en septiembre de ese 1968 llegó a Uruguay y una tarde dio una conferencia en el Hotel Victoria Plaza -actual Radisson- a la cual asistí. Recuerdo el ambiente de alfombras, incensarios y flores blancas que de alguna manera pretendían crear un clima meditativo y trascendental en el salón.
Cuando fue presentado, el Maharishi hizo reverencias y gestos humildes o grandiosos, sin dejar por un instante de sonreír. Calzaba sandalias, era más pequeño que lo que las fotos o filmaciones sugerían y siempre parecía emerger de entre un amasijo de sábanas arrugadas.
Cuando empezó su charla en inglés recordé de inmediato al personaje hindú que encarnaba Peter Sellers en el film La fiesta inolvidable, con su pronunciación filosa y su vocabulario accesible para mis conocimientos de inglés de preparatorios. Para ser sincero, en esa época -tenía 17 años- no me interesaba ningún tipo de meditación y había ido a escuchar al Maharishi solo porque había estado hasta hacía muy poco con los Beatles.
El Maharishi repitió "trashendenthial meditathion" varias decenas de veces en la hora que duró su conferencia y después respondió algunas preguntas que le hizo la concurrencia. Siempre sonriente y juntando la palma de sus manos cada vez que podía, por fin se despidió y salió caminando por el pasillo central del salón. Ya en la entrada del lugar de la conferencia pude estrechar su mano y hablar con él.
Creo que le pregunté, ¿qué tal los Beatles? o algo así en mi telegráfico inglés y el Maharishi me miró con unos ojos negrísimos mientras un leve gesto de fastidio le ensombrecía la sonrisa beatífica. No le gustó nada la alusión a sus exalumnos, pero enseguida recuperó el tic de anuncio de dentífrico y siguió sonriendo y saludando.
El 5 de febrero de 2008, con noventa años, el Maharishi falleció en Holanda. Denostado por charlatán o venerado por santo, dicen que había acumulado una fortuna inmensa desde que en 1960, en Estados Unidos, empezara su carrera al éxito dando clases de yoga. Evidentemente, su encuentro con los Beatles lo catapultó al estrellato. Es fama que Lennon compuso Sexy Sadie inspirado en él y desde el fastidio que le produjo el final de la aventura meditativa.
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