Fuente: lavanguardia.com.mx por Raymundo Riva Palacio
Si no le interesan Los Beatles, no tiene sentido que lea esta postal.
No valoraría cuántos de sus éxitos mundiales, con letras inspiradas en
su entorno, nacieron del Ritmo Mersey, llamado así por la región en la
que se encuentra este puerto, que mientras comenzaba su ocaso como uno
de los detonadores de la Revolución Industrial que hizo de la Gran
Bretaña un Imperio, logró
otra conquista global, la cultural. De aquí
partieron los acordes y las letras que cambiaron la forma de vivir
mundo, y que esculpieron una nueva manera de oírlo.
Liverpool fue
el centro mágico de esa transformación y La Caverna, el bar inmundo en
el centro de esta ciudad, la cuna del Pop. En La Caverna tocaron Elton
John, The Rolling Stones, The Who y The Animals, que tienen vitrinas en
el museo del Rock and Roll, antes de que murieran Los Beatles. Hoy,
deprimente y nostálgico, tan apestoso a cerveza como aquellos días, es
un emblema de los tiempos idos.
Ni la fuerza de Los Beatles –mil
millones de discos vendidos los hace el grupo más exitoso en la historia
de la música-, ni su universo –Penny Lane, una de sus grandes
canciones, habla del barrio donde vivieron su adolescencia-, ni sus
proyecciones sicológicas –Strawberry Fields Forever, la canción sobre el
orfanato del Ejército de Salvación a la vuelta de donde vivía John
Lennon-, frenó el desastre económico del cual no ha salido Liverpool ni
el norte de Inglaterra en los 40 últimos años.
Esta ciudad era un
cuerno de la abundancia antes incluso de la industrialización. Por aquí
entró en el Siglo 18 todo el comercio del Caribe británico, Europa y fue
la puerta para el lucrativo negocio de esclavos. La Revolución
Industrial arrancó en esta zona de Inglaterra a mitad de ese siglo, con
su máquina de vapor, la industria textil en el cercano Manchester y del
acero en las grandes minas del noreste, que convirtieron al puerto de
Liverpool en la puerta revolvente del 40% del comercio mundial, y su
aduana en la principal contribuyente de la Tesorería británica.
El
declive imperial comenzó a finales del Siglo 19 con la emergencia de
Alemania y Estados Unidos como poderes económicos, y los procesos de
descolonización que redujo el envío de riquezas a Londres. Pero no fue
sino hasta la Segunda Guerra Mundial, con la ocupación de las colonias
británicas en Asia, que se aceleró la caída. La posguerra, tuvo su
momento de esperanza con el Sonido Liverpool, pero fue insuficiente.
Los
poderosos sindicatos de estibadores que se negaban a cambiar, y los
caciques sindicales en la manufactura y las minas se suicidaron al poner
de rodillas al gobierno laborista de James Callaghan y pavimentar la
llegada de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, que les declaró la
guerra. Y aquí, donde comenzó el mundo moderno, comenzó el
postindustrial. Thatcher inició la desindustrialización, con la
desaparición de las minas, el debilitamiento de la industria textil y la
pérdida de membresía sindical –llegaron a tener al 80% de la clase
obrera en sus gremios-. Liverpool pagó con la pérdida del 50 por ciento
de sus empleos y la depresión económica.
La recuperación ha sido
tan lenta que ni siquiera la magia de Los Beatles, que tiene en
Liverpool una de las 100 ciudades del mundo más visitadas por
extranjeros, puede acelerar. Sus mejores cuadros profesionales prefieren
irse de aquí, donde está la segunda peor calidad de empleo en el país.
Aunque cada vez menos la población depende de los trabajos en el sector
público, este factor la hace altamente vulnerables a volver a perder su
empleo en cualquier momento. El fantasma de la agonía no se va.
La
casa donde nació Ringo Starr, en el número 10 de Admiral Grove, es su
metáfora. En toda esa zona no hay gente, ni autos. Las casas están
vacías desde hace más de 10 años, con las ventanas tapiadas. Hace tiempo
se aprobó un proyecto para demolerlas, pero no ha habido dinero para
hacerlo. Esa zona es la realidad emocional de Liverpool, pero aún con el
Ritmo Mersey cautivando al mundo, no puede cambiar.
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